Este Búho aprovecha la obligada cuarentena decretada por el gobierno ante el avance del COVID-19 para sacar al menos algo positivo de esta terrible tragedia mundial, y me puse a releer a algunos de mis escritores favoritos, como el ‘viejo indecente’ Charles Bukowski.
En muchos de sus escritos, como en la célebre ‘Mujeres’ (1978), el novelista se describe como un solitario: ‘Tenía 50 años y no me había acostado con una mujer desde hacía cuatro. No tenía amigas. Las miraba cuando me cruzaba con ellas en la calle o donde quiera que las viese, pero las miraba sin ningún anhelo y con una sensación de inutilidad’. Esa novela nos presenta a un ‘Henry Chinaski’, su entrañable alter ego, en sus últimos días de ser un completo perdedor, un escritor ignorado que consume sus días en la soledad de una casa de alquiler módico en una ciudad de Los Ángeles que es una caldera del infierno.
Chinaski por fin puede renunciar a su torturante trabajo de cartero, en el que su rutina era llegar cansado al oscurecer, pasar por la licorería y comprar cantidades navegables de cerveza. Prender su viejo radio a tubos para escuchar música clásica y ponerse a escribir y beber toda la noche. Era un solitario que disfrutaba de su soledad y de la creación de sus poemas, que más adelante le permitirán un contrato con una editora independiente que los publicará y podrá vivir de la escritura. Y casi inmediatamente, volverse un poeta famoso y recién las mujeres llegarían a su vida. Jovencitas, maduritas, viejas con billete, le escriben cartas, lo invitan a salir, y él acepta todas las citas. ‘Tenía que compensar tantos años de ansiedad sexual’, confesaba Chinaski en el libro.
A inicios de los años noventa, más de una década después de publicarse esa novela, Bukowski ya es un hombre distinto. Con una buena cuenta corriente en el banco, una casa propia en una bucólica bahía frente al mar californiano, casado con un rubia joven, guapa, dueña de un restaurante naturista, y recibe en su casa a nuevos amigos famosos que lo admiran, como Sean Penn, quien fue su gran amigo en sus últimos años de vida. Fue Penn quien en su entierro en 1993 vació una botella de whisky en el hoyo donde introducían el féretro y gritó ‘¡¡salud Hank!!’. Bueno, también fue Sean Penn quien, fungiendo de periodista, le hizo una entrevista al maestro sobre temas íntimos y una de sus preguntas fue: ‘¿En algún momento de tu vida te atormentó la soledad, la sufriste?’.
La respuesta del autor de ‘La senda del perdedor’ sorprendió a muchos: “Nunca me sentí solo. He estado en una habitación, me he sentido suicida, estuve deprimido, me he sentido horrible más allá de lo descriptible, pero nunca pensé que una persona podía entrar en una habitación y curarme. Ni varias personas. En otras palabras, la soledad no es algo que me molesta porque siempre tuve este terrible deseo de estar solo. Siento la soledad cuando estoy en una fiesta o en un estadio lleno de gente vitoreando algo.
Citaré a Ibsen: ‘Los hombres más fuertes son los más solitarios’. Nunca pensé: ‘Bueno, ahora va a entrar una rubia hermosa y vamos a planear, y me va a agarrar las bolas y me voy a sentir bien’. No, eso no iba a ayudar. ¿Viste cómo piensa la gente común? ‘Guau, es viernes en la noche, ¿qué vamos a hacer? ¿Quedarnos acá sentados?’. Bueno, sí. Porque no hay nada allá afuera. Es estupidez. Gente estúpida mezclándose con gente estúpida. Que se estupidicen entre ellos. Nunca tuve la ansiedad de lanzarme a la noche. Me escondía en bares porque no quería esconderme en fábricas. Eso es todo. Les pido perdón a los millones, pero nunca me sentí solo. Me gusta estar conmigo mismo. Soy la mejor forma de entretenimiento que puedo encontrar’. Ojala que todos los que lamentablemente viven angustiados, desesperados, en la soledad de sus casas, llamando a amigos para programar ‘encuentros chupísticos’, imposibles por la ‘cuarentena’, o derramando angustias en el Facebook o ‘Wasap’, aprendan la grandes lecciones del maestro. Apago el televisor.