Este Búho caminaba hace unas semanas por Mesa Redonda cuando de pronto un ambulante fue atacado por una ‘jauría’ de fiscalizadores. Al muchacho, además de romperle la cabeza, le robaron los productos que vendía. Aún recuerdo con claridad sus ojos de impotencia, sus balbuceos de rabia y sus manos vacías. “Tengo que seguir trabajando”, me dijo con la resignación de alguien que no tiene más opción.
Recuerdo aquella escena y me brotan unas preguntas: ¿Acaso no somos todos como aquel ambulante que es golpeado y asaltado por un Estado indolente? ¿Acaso no es eso lo que estamos viviendo ahora, en plena pandemia, cuando la corrupción se apropia clandestinamente de vacunas y nos deja a la deriva? Pienso en aquellos candidatos que aspiran al sillón presidencial y ofrecen cambios radicales y ‘estatización’ para salvarnos de la crisis sanitaria y económica. Sus propuestas de reactivación económica son descabelladas o simplemente inviables. Ya han fracasado rotundamente, sino miremos el ejemplo de Venezuela. Hay más de un millón de migrantes llaneros en nuestro país. Se vieron forzados a dejar su patria por falta de trabajo y alimentos básicos.
También nos han asaltado candidatos intolerantes que parece que odiaran a las mujeres, pues las insultan impunemente. Los extremos son malos. Son los que una vez en el poder restringirán las libertades básicas como la de expresión e información. No se trata de la prensa, no se engañen. Ese es solo un pretexto. Así empezarán y después censurarán todo lo que no les guste. Vean cómo calumnian con facilidad y engañan a la ciudadanía diciendo que el primer día de su gobierno tomarán un avión y convencerán a líderes mundiales para que nos vendan vacunas en el acto, cuando la realidad es que ni siquiera pueden leer con claridad un papel. Otros más radicales y hasta vinculados a remanentes de Sendero Luminoso pretenden tumbar de un plumazo nuestra democracia. Paradójicamente, son estos extremos los que generan mayor pasión en sus votantes, ya los vemos en redes sociales saltando al cuello cuando alguien osa pensar diferente. No hay que culparlos, son el reflejo de sus líderes.
Pese a ello, hay un grupo importante de ciudadanos que aún no deciden su voto, lo harán a solas, en las urnas, frente a la cartilla y con el lapicero en mano. Votarán a conciencia, estoy seguro, pero también con rabia e impotencia, con las tripas dirían algunos, magullados por esos golpes de los viejos políticos que, como los cascos azules, los han maltratado y robado. Mientras tanto nosotros tendremos que ser como ese muchacho y, a pesar de las circunstancias futuras, seguir bregando.
Ahora mismo, mientras escribo esta columna, se me viene a la memoria el hermoso verso del poema del gran Marco Martos, ‘El Perú’: “Es este tu país,/ porque si tuvieras que hacerlo,/ lo elegirías de nuevo/ para construir aquí/ todos tus sueños”. Cuánta razón, pues a pesar de este escenario, el peruano sigue de pie luchando día a día intentando con trabajo honesto resistir a la pandemia y reconstruir su patria.
Apago el televisor.