Este Búho se indignó cuando vio en los noticieros que malditos hampones mataron a sangre fría a un joven policía que cenaba en un chifa de San Juan de Lurigancho con su enamorada en su día de franco. Y no pude evitar recordar la serie de Netflix donde había otro protagonista asesino compulsivo de policías: Pablo Emilio Escobar Gaviria, ‘El Patrón del mal’, el tristemente célebre jefe del ‘Cártel de Medellín’.
Una ‘biopic’ sobre sus inicios, apogeo y caída. Pablo inundó de cocaína a Estados Unidos y salió en la revista Forbes como uno de ‘los hombres más ricos del mundo’. Fue un psicópata que desató un baño de sangre en su país con sus nefastos ‘coches bombas’, magnicidios a políticos, ministros, candidatos y hasta colocaba explosivos en aviones comerciales.
Pues bien, en la época en que Escobar estaba jaqueado y el gobierno colombiano firmó un tratado de extradición para que los narcotraficantes colombianos cumplieran largas condenas en Estados Unidos, el ‘Patrón’ desde la clandestinidad gritó: ¡Mejor una tumba en Colombia que una cárcel en Norteamérica!
Después hizo una oferta a la juventud de su ciudad: ‘Por cada policía asesinado quinientos dólares’. Por supuesto que Medellín se llenó de sicarios que abandonaban el colegio por la oferta. Es bueno leer la novela de Fernando Vallejo, ‘La virgen de los sicarios’ sobre el tema.
Pero como escribía al inicio, una vez que dejé de ver la serie colombiana, volví a la triste realidad peruana. El joven efectivo de la Policía Nacional del Perú, de 25 años, Junior Dávila Chanchari, fue cruelmente asesinado por tres hampones que llegaron a robar al chifa ‘Cipreses’ la noche del lunes. Estaba de civil, a punto de cenar con su joven enamorada. De espaldas, no se percató de que un ratero llegaba a sustraerle su mochila y celular.
Todo se vio por las cámaras de seguridad del local. Al agente no le dio tiempo de nada. En ese momento, el asesino observó que tenía su arma de reglamento en la cintura. ‘¡¡Es policía!!’, gritó, según testigos. Y le disparó sin piedad en la cabeza. Su pareja, impotente, lloraba desesperada. ¿De dónde salen esos animales que recorren las calles para asesinar por un celular?
Como periodista, francamente estoy asqueado de ver cómo de un tiempo a esta parte el enterarse del asesinato de uniformados es como una parte del ‘decorado’ violento de la ciudad. Jóvenes héroes que mueren por evitar asaltos en unidades de transporte público, restaurantes, negocios, calles y robos a gran escala.
Son héroes anónimos a los que un ministro ni siquiera se digna a ir a su entierro. Este columnista recuerda cuando era niño. Al delincuente que se atreviera a matar a un policía, un tribunal militar-policial lo condenaba a la pena de muerte. Se vivía un gobierno militar, es cierto, pero se protegía la vida de los servidores de la ley y las lacras asalta bancos eran las que sufrían las consecuencias.
Las leyes de hoy son supuestamente más de ‘avanzada’. Pero me pregunto: ¿Somos más civilizados si delincuentes matan a un guardia como si fuera un animal en plena calle y a los responsables solo se les dicta diez o quince años de cárcel y salen a seguir delinquiendo y matando más policías o civiles? Pero lo más alucinante es que los políticos lanzan propuestas para combatir la ‘inseguridad ciudadana’ y lo primero que se les ocurre es ¡proponer una reforma policial! Y ahí sí sale el ministro del Interior.
¿Existía? Para salir ‘en la foto’ cuando se produce algún condenable abuso de autoridad de las fuerzas del orden. Ahí sale a exigir las más drásticas sanciones contra policías ¡abusivos, violadores de Derechos Humanos! Y siempre la presencia del representante del gobierno exigiendo drásticos castigos y ‘comisiones investigadoras’, como si la Policía Nacional fuera el enemigo y los delincuentes, los que atacan la propiedad pública y causan destrucción y dolor, fueran las víctimas.
Las estadísticas no mienten. La PNP está desprotegida y antes que reclamar demagógicas ‘reformas’ en su interior, deberían repotenciarla, dotarla de más efectivos y patrulleros. Traer especialistas extranjeros para revolucionar nuestros servicios de inteligencia contra la delincuencia común, y no como ahora que desde el ministerio de Corpac denigran, por ejemplo, al esforzado ‘Grupo Terna’. ¡A la Policía se le respeta! Apago el televisor.