El Búho, en Trome, el columnista más leído del Perú.
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Este Búho se sorprende con una serie colombiana, la primera que se estrena por la cadena streaming de Netflix: ‘Distrito salvaje’. La historia es atrapante. Se sitúa en los tiempos del controvertido ‘acuerdo de paz’ entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC.

La Policía detiene a un presunto miembro del grupo guerrillero de quien no saben absolutamente nada de su pasado. El hombre no quiere hablar. Solo saben que se llama John Jeiver. Intrigados, los policías recurren a un alto agente de inteligencia, quien se reúne a solas con el detenido. Allí descubre con asombro que John Jeiver es nada menos que ‘Ye Yé’, un legendario líder guerrillero, una máquina de matar que había escapado del campamento insurgente. La historia del guerrillero es trágica. Su padre campesino fue asesinado por la guerrilla y a John lo secuestran cuando tenía trece años y lo entrenan para ser un asesino a sueldo. El hombre que descubre su identidad le hace una propuesta: lo van a dejar en libertad y van a traer a su madre y a su hijo para que viva con ellos, siempre y cuando trabaje directamente con el servicio de Inteligencia y se infiltre en una red criminal. Aquí la historia da un giro. Bogotá vive una guerra soterrada. Hay una empresa voraz -misma Odebrecht- que intenta acaparar las grandes obras de infraestructura, sea por las buenas o las malas. Los gánsteres de cuello, corbata y rimbombantes apellidos no vacilarán en contratar a delincuentes como ‘Apache’, un exguerrillero renegado porque los insurgentes mataron a su padre.

‘Apache’ es un asesino, es el brazo armado del consorcio, que no vacila en contratarlo para que extorsione, amenace o mate a quien intente impedir los jugosos contratos del consorcio con gobernadores o alcaldes. No han vacilado en asesinar a la contralora que investigaba su red de corrupción, y ahora se enfrentan a una implacable fiscal que está decidida a encarcelar a los responsables del asesinato. La fiscal está en la mira de los corruptos, pero ‘Ye Yé’, infiltrado en la red mafiosa, hace todo lo posible para que la valiente fiscal no pierda la vida. ‘Apache’ está decidido a asesinar a la fiscal, pese a que fracasó en su primer intento gracias a la providencial intervención de ‘Ye Yé’.

Dentro de la espiral de violencia, la serie aborda el complejo proceso de reinserción a la sociedad colombiana de los guerrilleros que aceptaron el acuerdo de paz. Muchos asesinos, violadores de derechos humanos, masacradores, que no fueron juzgados sino se reinsertaron tramposamente como si hubieran sido personal subalterno y no jefes que mandaban a matar inocentes, como ‘Apache’, que se reinsertó con una tremenda fortuna fruto de negocios con los narcotraficantes y con los secuestros. L

a vida de ‘Ye Yé’ no es fácil. Debe mantener su identidad en secreto dentro de la organización criminal de ‘Apache’. Pero lo peor sucede cuando otro guerrillero, un peligroso enemigo, lo reconoce y quiere asesinarlo. Por otro lado, está la historia en paralelo de su hijo, nacido de una relación con una misionera norteamericana que estuvo secuestrada por la guerrilla y allí surgió un romance. La misionera murió después de dar a luz al bebe, que fue separado de su padre y entregado a su abuela.

Cuando reaparece el guerrillero, tendrá una relación conflictiva con su hijo, a quien matricula en una escuela de prestigio donde sufrirá ‘bullying’, porque los estudiantes se enteran de que es hijo de un guerrillero reinsertado. Lo remarcable es que la serie está dirigida por un peruano, Javier Fuentes León. La primera temporada consta de diez trepidantes capítulos. No sé por qué, pero la serie me hizo recordar los negociados de Odebrecht con el siniestro Jorge Barata.

Apago el televisor.


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