Este Búho es futbolero y recibe correos de sus jóvenes lectores. ‘Búho, me gustó tu columna de ayer, muy emotiva, pero soy muy joven y no pude ver a Maradona en el estadio Nacional cuando le ganamos a la selección argentina’. Debo ingresar al túnel del tiempo.
Corría el año 1985. Eran las Eliminatorias para México 86. Perú estaba obligado a ganarle a Argentina. Venezuela y Colombia estaban fuera de carrera. Nuestro equipo había empatado con Colombia en el Nacional y los dirigentes echaron al técnico Moisés Barack. Le ofrecieron el buzo a Marcos Calderón y lo rechazó, a José Fernández y dijo no.
Solo Roberto Chale, asistente de Barack, de 38 años, aceptó agarrar esa ‘papa caliente’, esa ‘misión imposible’ de llegar al Mundial eliminando a los gauchos, ganándole en Lima y en Buenos Aires. Primero estaba el choque de Lima.
El ‘Niño terrible’ confesó, años después, su estrategia para ‘anular con o sin pelota’ a Diego Maradona. “Yo, una semana antes, viajé a observar el partido entre llaneros y argentinos, y vi que un chiquillo nomás se le pegó a Maradona y lo aburrió. El ‘Pelusa’ se fue del partido”.
Pero Chale tenía un problema, ¿a quién del equipo titular debía sacrificar para que se olvidara de jugar al fútbol y solo se dedicara a anular al ’10′ argentino? Nadie quería aceptar ese desafío.
El partido se iba a ver en todo el mundo, por eso se programó un domingo en la tarde, y la transmisión introdujo una innovación tecnológica: ‘Picture in picture’ (cuadro por cuadro) y esos cuadros presentaban el desempeño de Maradona así no tuviera la pelota.
En aquella oportunidad el planeta entero vio la marcación más insólita y controvertida en la historia del fútbol. Sin patearlo, escupirlo o tirarle un puñetazo o cabezazo, Reyna persiguió como un perro de presa a Diego por toda la cancha, así la pelota estuviera a cincuenta metros.
Diego estaba desconcertado, miraba al árbitro, reclamaba cuando ‘Cachete’, ante una posible escapada suya sin pelota, lo agarraba como luchador de sumo o de lucha libre. El árbitro también estaba desconcertado, no había en el reglamento nada sobre un jugador que se rehúse a participar en el juego por perseguir a la estrella rival.
Pero Argentina no solo era Maradona, tenía una constelación de estrellas como el portero Fillol, Passarella, Valdano o Burruchaga. Ese equipo casi sin modificaciones se coronaría al año siguiente campeón del mundo en México 1986.
Perú tampoco era un equipo destructivo. Tenía a jugadores de lujo: Oblitas, Franco Navarro, Barbadillo, Velásquez, ‘Panadero’, Uribe. ¿A cuál de los titulares sentaría para darle el puesto a Luis Reyna?
“Julio César Uribe me hizo un gran favor. Había cometido una indisciplina en la concentración. Fui claro con él. ‘Si no me apoyas en lo que te planteo, te vas y te echo con los dirigentes’. El ‘Diamante’ aceptó colaborar. ‘Mañana, en el entrenamiento, juegas mejor que Maradona y dejas que te marque Lucho’.
Esa mañana, en la pichanga, Julio César jugó mejor que Diego, Reyna lo marcó muy bien y pasó el examen”, reveló Chale años después.
Ese domingo, Reyna ‘anuló’ a Maradona, pero hubo nombres que se jugaron un partidazo: Oblitas, autor del gol. Franco Navarro, quien le rompió la cintura a Passarella antes del gol peruano.
José Velásquez, pero sobre todo el golero Eusebio ‘Chevo’ Acasuzo, que, en una tarde memorable, tapó de todo. Bombazos de Valdano y Passarella.
En el partido decisivo, en Buenos Aires, el ‘Diamante’ Uribe tuvo su revancha. Ingresó ante una lesión criminal de Julián Camino contra Franco Navarro, y se jugó el partido de su vida.
Faltando nueve minutos, los peruanos ganaban 2-1 en el Monumental de River y estaban a punto de clasificar al Mundial. Ricardo Gareca, paradójicamente hoy técnico nacional, anotó con mala maña el gol del empate y logró la clasificación albiceleste. Apago el televisor