Este se sorprende con los giros que da la vida y sobre todo cómo nuestros hijos pueden recorrer los mismos caminos que uno, ‘cuando era feliz e indocumentado’, como escribiera Gabriel García Márquez. Y me refiero a las palabras de mi hija: “Pa, ¿en tus tiempos tú fuiste a ver ‘Karate Kid’ al cine?”. La verdad sonreí ante la frase ‘en tus tiempos’ y la miré con cara de incredulidad, comprensión y ternura.

En ‘mis tiempos’, en aquel año 1984 cuando se estrenó ‘Karate Kid’ en el país, el demencial grupo terrorista Sendero Luminoso desataba un baño de sangre en la sierra central del país y ya iniciaba su llamado ‘asalto del campo a la ciudad’. Vivir en Ayacucho o Lima era estar aterrorizado por los apagones, los atentados dinamiteros a locales públicos, asesinatos a policías que cuidaban bancos, mercados. En ese país sin computadoras, celulares, autos automáticos, Metropolitano ni Metro, este universitario llegó al cine Tauro a ver ‘Karate Kid’ con mi noviecita de San Marcos, Anita, que en paz descanse.

Mi hija está pegada a la serie de Netflix, que es la continuación del éxito taquillero de mediados de los ochenta. Los chibolos alucinaban con su patada en ‘Karate Kid’: el chico de Nueva Jersey que se muda a la Costa Oeste de Los Ángeles con su madre soltera y sufre tremendo ‘bullying’ de los pandilleros del colegio.

Increíblemente esos pandilleros eran alumnos aplicados en una academia de karate, ‘Cobra Kai’, donde el instructor era un tipo malo como Satán, John Kreese, un sensei del mal que les enseñaba a sus pupilos a hacer ‘bullying’ con los indefensos.

Su víctima fue Daniel Larusso (Ralph Macchio), quien tuvo la suerte de encontrar en su camino al señor Miyagi (Pat Morita), que trabajaba como el hombre de mantenimiento donde vivía Daniel, a quien le cambiaría la vida enseñándole los secretos y la filosofía oriental del karate.

‘Karate Kid’ marcó una época y tuvo tres películas. Pero 34 años después, los dos rivales, Daniel Larusso y Johnny Lawrence, el rubio malvado, se vuelven a encontrar. Una maravillosa secuela. Universo ochentero y unos personajes que, como muchos de nosotros, no logran deshacerse del pasado. Ralph Macchio (el bueno) lo mira con nostalgia desde su privilegiada ubicación de burgués con un buen matrimonio y una compañía de venta de automóviles, y William Zabka (el rubio malo) se niega a adaptarse en este mundo de nuevas tecnologías que ya no son tan nuevas. No tiene ni Internet. Crea de nuevo el ‘dojo’ de karate ‘Cobra Kai’ cuando su vida se iba a la deriva, con un hijo al que no crió y es un rebelde con causa y una exesposa que anda en busca de ‘encuentros’ con hombres que solo están interesados en llevarla a la cama. Busca un nuevo comienzo, y encuentra refugio ¡en el gimnasio ‘Cobra Kai’!

Pero a diferencia de antaño, cuando todos eran violentos y abusadores, hoy es todo lo contrario, un rebaño de ‘perdedores’ abusados por los matones de la escuela. ¡La serie se ha vuelto un boom y ya se va por su tercera temporada! Porque los padres podemos verla con nuestros hijos. El bullying ya no es como antes, con el abuso físico, sino también tecnológico. Los adolescentes se sienten identificados con su realidad, las agresiones vía Facebook y Twitter de hoy son peores que las palizas que uno enfrentaba con los matones. Un moretón se pasa con el tiempo y una crema desinflamatoria, pero una agresión infame en las redes queda para siempre grabada en la computadora y en el alma.

Apago el televisor.


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