Este Búho, como bien saben mis lectores, tiene al norteamericano Charles Bukowski, ‘Hank’ para sus amigos e hinchas (Andernach, Alemania 1920 - California 1994), como uno de sus escritores de culto. Bukowski era muy crítico -más bien demoledor- con todos sus colegas escritores.
Pero al que sí tenía veneración era a John Fante y, especialmente, a su gran primer libro ‘Pregúntale al polvo’, tal como lo dio a conocer en una entrevista. Este Búho se preguntó, después de leer esta revelación, quién era John Fante, el ‘dios’ de un pagano como el ‘viejo indecente’ Bukowski. Este escritor estadounidense, de origen italiano y nacido en Denver, era once años mayor que ‘Hank’. Escribió novelas donde sus personajes eran los eternos derrotados por nocaut en la vida diaria norteamericana.
El estilo de Fante en sus dos primeras obras maestras, ‘Pregúntale al polvo’ y ‘Espera a la primavera’, nos ofrece una prosa que es como un jab de boxeador que va directamente a tu cerebro y a tu corazón, una prosa directa a tu yugular. No es extraño que un joven perdedor por naturaleza y sin futuro como Charles se refugiara en el descarnado mundo de la saga del ‘alter ego’ de Fante, ‘Arturo Bandini’. El mismo Bukowski confesó su admiración por la obra de Fante. “Fue lo primero que leí cuando era muchacho. Lo encontré en la biblioteca central, me emocionó totalmente y me dije: ‘Este es un hombre muy bravo. Este sí que sabe escribir’”.
Cuando Bukowski ya era una celebridad y Fante estaba postrado en una cama, enfermo de diabetes, con la pierna amputada y lo que es peor, completamente ciego, decidió ayudarlo y convenció a su editor para que publicara la primera y más lograda novela de Fante, con el adicional de que el prólogo lo iba a escribir el propio ‘Hank’, lo que aseguraba ventas a nivel mundial. Por eso, humildemente, el laureado escritor de ‘Mujeres’ le escribió a su enfermo ídolo para que le diera algunos datos biográficos y consejos para el guion que ensayaba para una película que Hollywood quería hacer sobre su vida.
Fante, viejo y hundido en la pobreza, le respondió casi con desdén: ‘Querido Hank. Por lo general cobro una tasa de cien dólares por página para responder a cuestionarios como el suyo, pero viendo la buena voluntad y la responsabilidad de escribir un buen prólogo, voy a cancelar esa norma y responderé a todas sus preguntas sin cargo’. Resultaba paradójico que John Fante, pobre y enfermo, haya tratado de manera tan despectiva a Bukowski. Pero la cautela de Fante puede comprenderse si nos atenemos a su historia personal. Cuando publicó su novela ‘Pregúntale al polvo’, de la que se esperaba, fuera un ‘boom’ literario, sucedió un hecho trágico.
La editorial que la iba a promocionar por todo lo alto fue querellada por Adolfo Hitler por publicar ‘Mi lucha’ sin su permiso. Sin promoción, la obra pasó desapercibida y los pocos críticos que la leyeron la destruyeron y la menospreciaron. Decepcionado y amargado, Fante siguió el derrotero de Scott Fitzgerald y se fue a Hollywood a escribir guiones de cine para los grandes estudios, con la diferencia de que el autor de ‘El gran Gatsby’ supo disfrutar de la miel de vivir de la fama literaria antes de exiliarse en Los Angeles. Fante, por el contrario, nunca obtuvo ese reconocimiento literario y jamás ganó dinero suficiente para mantener a su familia, pero sí conseguiría plata para beber cantidades navegables de alcohol y así mitigar su frustración.
Cuando ya fue reconocido mundialmente, el editor de Bukowski plantea a Fante el reto de que escribiera una nueva novela, pese a que estaba ciego y postrado en una cama. El viejo novelista dijo sí y le encomendó a su engañada y fiel esposa Joyce, madre de su único hijo Dan -hoy célebre escritor- a que redactara todo lo que le dictaba su cerebro. Para el muchacho fue algo extraordinario. “Mi padre le dictaba palabra por palabra a mi madre en esa, su última novela, ‘Sueños de Bunker Hill’”. En esa novela hace reaparecer a su viejo ‘alter ego’, Arturo Bandini, siempre incorregible, como si el tiempo no hubiera transcurrido y la vida no lo hubiera maltratado tanto. Según su hijo, hasta la última palabra del libro se la dictó. La novela la tenía escrita en su cerebro prodigioso. Bandini es muy parecido al Henry Chinaski de Bukowski.
Deambula por callejones inmundos y vive en un edificio ruinoso de Bunker Hill. Sus pensamientos eran muy similares a los de los personajes del viejo ‘Hank’, con descripciones tan duras como esta, después de un desayuno ‘chihuán’: ‘El jugo se me escurrió hasta el fondo del estómago y allí se puso a lloriquear. Había mucha tristeza en mi estómago. Había mucho llanto y nubes de gas’. Bukowski y Fante. Arturo Bandini y Henry Chinaski. Dos inmortales personajes de la gran literatura norteamericana. Apago el televisor.
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