Este Búho estuvo atento a la elección para la presidencia en México, donde acaba de ganar el izquierdista Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué un admirador del cubano Fidel Castro llega al poder en el país fronterizo con Estados Unidos? Ya habrá tiempo de analizar los entuertos políticos en esa entrañable tierra muy querida por los peruanos.
No puedo dejar de evocar mis épocas de niño, en el cine ‘Mirones’, donde exhibían cintas mexicanas. Recordaba las películas de ‘Santo y Blue Demon contra las momias de Guanajuato’, los filmes de Cantinflas y las telenovelas que hacían llorar a mi madre y a mi abuela Raquel, como ‘El derecho de nacer’, cuando el implacable don Rafael del Junco (Ignacio López Tarso) ordenaba que maten al hijo bastardo de su hija María Elena del Junco (Verónica Castro).
Pero México también fue una fuente inagotable de mis lecturas juveniles en los cursos de historia, mis favoritos. Será porque la historia del imperio azteca tiene mucho de trágica y fatal como la de los incas. Atahualpa y Moctezuma sucumbieron igual ante los aventureros españoles. Un poderoso imperio que dejó al mundo monumentales pirámides y un sistema astronómico que hasta hoy causa admiración y misterio en la ciencia, fue aniquilado por esos soldados barbones, con fusiles y cañones, hambrientos de oro y gloria. Hernán Cortés, el conquistador de México, cuando presintió que sus huestes estaban debilitadas y pensaban desertar, hizo quemar sus naves para que nadie escapara. Pizarro trazo una línea en la ‘Isla del Gallo’ y solo trece lo siguieron a la conquista del Imperio Incaico. Hoy, el pasado colonial mexicano es tan fuerte como el peruano. Muchas iglesias y una veneración a la Virgencita de Guadalupe. Recuerdo que hace unos años recorrí impresionado el Centro Histórico de Ciudad de México.
A diferencia de Lima, que fue fundada por Francisco Pizarro, pero en el valle del Rímac se desarrollaba una cultura indígena, con restos arqueológicos hasta ahora conservados en Maranga, Miraflores o Mateo Salado, en México fueron los aztecas quienes salieron de un remoto lugar, según la leyenda (mismo Manco Cápac y Mama Ocllo del lago Titicaca), del lugar de las Garzas (o Aztlan) hacia el centro del lago Texcoco. Allí hallaron un islote y fundaron su ciudad, la gran Tenochtitlan, el 18 de julio de 1325.
Los aztecas fueron más audaces que los uros de Puno. En el fondo de ese lago colocaron chinampas (troncos de madera) y luego lo rellenaron con capas de piedras y tierra. Ganaron muchos kilómetros a los lagos y construyeron su impresionante ciudad como una Venecia. Con canales para las canoas, tres calzadas principales y un embarcadero. Sobre esa ciudad azteca, el conquistador español Hernán Cortés construyó la ciudad de México colonial. En el mismo lugar, durante tres siglos, esta ciudad se llenó de majestuosos templos y conventos. Durante la época Republicana se edificaron imponentes edificios públicos, hasta hoyt extraordinariamente conservados. El Centro Histórico mexicano es, definitivamente, más grande que el limeño, la Catedral Metropolitana es imponente y, con todo merecimiento, el 11 de diciembre de 1987 fue declarado ‘Patrimonio cultural de la humanidad’ por la Unesco.
Pero hay otro México, que no es tan esplendoroso como el legado artístico de sus grandes hombres. La corrupción política campea. La violencia de los cárteles de la droga inunda de sangre las páginas de los diarios. Decapitados, quemados vivos en las maleteras de los automóviles, periodistas y activistas de los derechos civiles, asesinados, son pan de cada día. Perú se parece mucho a México, hasta en la corrupción. Durante su gobierno, al actual presidente Peña Nieto y su esposa ‘La gaviota’ Angélica Rivera, la prensa les descubrió una mansión de ¡¡7 millones de dólares!! Sospechosamente, la compra la habría hecho una empresa china que obtuvo la licitación millonaria de un tren rápido. ¿No les suena parecido a los destapes que se vienen conociendo de Odebrecht? Me quedé corto. Apago el televisor.
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