Este , hoy, Sábado de Gloria, ingresa al túnel del tiempo para recordar esos inolvidables campamentos de Semana Santa, o ‘semana diabla’, con mis amigos ‘lagartazos’ de la Unidad Vecinal Mirones, así como con mi mancha de la ‘Pesada Sanmarquina’. Una de las locaciones preferidas era la meseta de Marcahuasi. Fueron varios viajes al entrañable paraje. Aquí, algunos recuerdos entre la bruma y la juerga interminable.

¡¡TRAIGAN UNA CAMILLA!!: Gracias a mi ingreso a la que sería mi ‘alma mater’, la Universidad de San Marcos, pude escuchar por primera vez que existía una increíble meseta a cuatro mil metros de altura. ‘Es un lugar mágico’; ‘Allí bajan extraterrestres’; ‘Es una zona liberada, con sexo, trago, rock and roll y ‘San Pedro’’, eran algunas de las definiciones que le llegaban a este columnista chibolo y medio asustado. Para llegar a Marcahuasi hay que ir a Chosica, y de allí tomar cualquier movilidad. En mis tiempos no había servicio de combis y Vans como hoy, por lo que debíamos subir a unos camiones, y parados en esos destartalados vehículos viajábamos por una carretera de curvas del diablo, con precipicios de infarto. Se llega a un pueblito llamado San Pedro de Casta. Desde allí hay que abastecerse con alimentos, agua, burros y caballos para subir hasta la meseta de las rocas de figuras alucinantes. El pecado más grande, si vas a subir a Marcahuasi, es haberte juergueado la noche anterior. Con toda mi mancha mixta salimos de un tono en San Borja a las cinco de la mañana con nuestras mochilas, borrachos. Al llegar a San Pedro de Casta, a la una de la tarde, estábamos muertos. Para colmo, en la subida había una neblina terrible que nos hacía equivocar el camino. Con las justas teníamos para alquilar burros para las mochilas, no alcanzó para los caballos que nosotros íbamos a montar. A mitad de camino, la gorda ‘Kitty’ se puso a llorar y gritaba: ‘¡Quiero una camilla, que venga una ambulancia, llamen a los bomberos!’. Increíble, la gorda estaba alucinando, pues éramos conscientes de que estábamos en un caminito de trocha por el que solo pasaba un burro o caballo. Mi pata Beto Barrueto se compadeció y ese gigantón de la Facultad de Economía le hizo ‘caballito’ y la cargó haciendo un esfuerzo sobrehumano. Llegamos a las ruinas solo a dormir y no salimos de la carpa hasta el día siguiente.

¡¡QUIERO UN HOMBRE!!: Al año siguiente, viajamos más cancheros y con chicas de San Marcos. Llegamos a un lugar al que le decían ‘Gomorra’, en la parte más escondida del ‘anfiteatro’. Sobre la fogata, ‘Caníbal’ colocó una olla donde hirvió unos cactus misteriosos. Después pasaron vasos con ese enigmático brebaje llamado ‘San Pedro’, que loqueó a todo el mundo. Fue aquella vez cuando Giovanita, la ‘caperucita roja’ del grupo, se rayó, se comenzó a quitar la ropa y gritó: ‘¡Quiero un hombre!’. Luego, de regreso a Lima, sus amigas la quisieron ‘barajar’: Ella gritó ‘Quiero a ese hombre’. El tercer campamento a la meseta estuvo enclavado en el ‘Monumento a la humanidad’, con piedras de las formas más alucinantes. Aquella vez no había lluvias ni neblinas. Nos poníamos a admirar el cielo, las nubes, porque nos encontrábamos a mayor altura. Es una vista maravillosa, en realidad sientes que estás en el cielo, en otro mundo. Allí sí pudimos admirar algunos monumentos como ‘El hongo’, ‘El profeta’, ‘El sapo’ y la enigmática ‘Diosa Tueris’.

DOS DÍAS DE SEXO, TRAGO Y ROCK AND ROLL: El músico Arturo Ruiz del Pozo organizó el concierto más alto del mundo, en el anfiteatro de Marcahuasi: ‘Concierto por la Paz 88, Canto a la vida’. Se presentó como un ‘Woodstock en las alturas’, además, por contar con la diversidad de propuestas, como la de Perú Jazz de Manongo Mujica o del talentoso ‘Del Pueblo’. Con mi mancha nos dimos con la sorpresa de que llegaron más de cinco mil personas a la meseta, colapsando todos los servicios que podía ofrecer la comunidad campesina de San Pedro de Casta, en una historia parecida al pueblo neoyorquino donde se escenificó el legendario concierto de rock en 1969. En la madrugada, después de un roncito, nos fuimos con la morochita July a un campamento vecino donde se había improvisado un concierto al margen del ‘oficial’ y estaba mucho más movido y divertido. El grupo que animaba el ‘happening’ se llamaba ‘Baja Policía’ y lo conformaban patitas de la Universidad Católica, con Alvaro ‘Caníbal’ Rocha en la batería y Ato Bouroncle en la guitarra. Recuerdo que ellos ya tocaban los singles ‘Aló Gisela’ y ‘La pacha’, composiciones de los mismos ‘Caníbal’ y ‘Ato’ que después se grabaron con ‘Los Nosequién y Los Nosecuántos’, grupo que formara Raúl Romero. Pero esa noche, con ‘Baja Policía’, se armó el despelote con las ocurrencias del popular ‘Haba’, que ya despuntaba como el ‘showman’ que llegaría a la animación televisiva. Pero esa ya es otra historia. Apago el televisor.

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