Este espera con ansias el inicio de la Copa América. Pero mis jóvenes lectores ya quieren calentar motores y me escriben mails: ‘Búho, nos gustó tu columna sobre Sotil y la final de la Copa América contra Colombia, en 1975. Tío, cuéntese más anécdotas de ese calibre’. Me debo a mis lectores. Esa Copa América tuvo de todo.

Por ejemplo, que en las semifinales nos hayamos tenido que enfrentar al poderoso Brasil. Los enemigos de Perú han tratado de minimizar nuestro campeonato señalando piconamente que ‘ese no era Brasil, sino una selección del estado de Minas Gerais’, donde dominaban el Cruzeiro y el Atlético Mineiro. No me vengan con cuentos chinos, la poderosa Confederación Brasileña de Fútbol, que presidía Joao Havelange, mandó a su mejor selección con el objetivo de ganar el torneo. Recuerden que el balompié brasileño sufrió una humillación en el Mundial de Alemania 1974, cuando la ‘Naranja Mecánica’ holandesa los eliminó derrotándolos 2 a 0 con baile al equipo de Rivelinho y Jairzinho.

En ese contexto, lo que hubo fue una renovación y esta la encarnaba el Cruzeiro, campeón del Brasileirao. De ese equipo eran Raul, el gran Nelinho (Alemania 1974), Wilson Piazza (campeón del mundo en 1970), el endiablado Palinha y el cerebral Roberto Batata (trágicamente fallecido). Del Atlético Mineiro estaban Reinaldo, Vanderlei, Getulio y Romeo. Pero, para tirar definitivamente por los suelos eso de que era ‘una selección de Minas Gerais’, ¿saben quién piloteaba ese ataque en el Mineirao la noche que le ganamos 3 a 1 con dos golazos del ‘Nene’ Cubillas y uno de Enrique Casaretto? ¡Roberto Dinamita!, el goleador del campeonato brasileño con 14 tantos y titular en el Mundial de Argentina 78. ¿Dónde jugaba Dinamita? ¡En el Vasco da Gama de Río de Janeiro! También fue titular esa noche Geraldo, del Flamengo de Río, y Miguel, del Vasco.

Todos ellos arrancaron esa histórica jornada. Espero que después de este recordatorio, ningún acomplejado intente menospreciar la hazaña peruana en el césped del Mineirao, que este columnista pisaría décadas después como periodista deportivo.

Esa noche lo vi por tele en blanco y negro con el inolvidable relato de Humberto Martínez Morosini, que está en YouTube. Luego, Perú perdió el duelo de revancha en Matute con un Brasil que ya no se dejó sorprender. Como en ese tiempo no valían los goles de visitante, que hubiesen clasificado directamente a nuestra selección, se debió ir a un sorteo. No fue inmediatamente en Matute, sino dos horas después, en el Estadio Nacional. Hay una ‘leyenda’ sobre ese sorteo.

No niego ni suscribo nada, solo la pongo a criterio de mis sabios lectores. Según esta, se aseguraba que el cazurro y gran presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol, el peruano don Teófilo ‘Lito’ Salinas, colocó un papel en la refrigeradora. Cuando se iba a realizar el sorteo le dio ese papel al dirigente Augusto Moral para que escriba el nombre de Perú y luego le dio otro a temperatura ‘normal’ al directivo brasileño Coronel Guillermo Ferreyra para que escriba Brasil. Ambos papeles se introdujeron en una copa. Quien sacó la boleta con el nombre de Perú fue la hija de don ‘Lito’, Verónica, una guapa adolescente de 14 años y pícaros ojos azules. Según la leyenda, el astuto don ‘Lito’ habría instruido a su engreída a que sacara el papel que estaba ‘más frío’. Han pasado casi 45 años, don ‘Lito’ ya no está entre nosotros y su Verónica es una distinguida dama que no desea hablar de ese tema. Pero para todo el Perú, su delicada manito valió tanto como los ‘goles de Cubillas’ y nos clasificó a la final que le ganamos a Colombia.

Apago el televisor.

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