Este Búho se estremeció cuando vio las escalofriantes imágenes del periodista nicaragüense Ángel Gahona, quien murió injustamente cuando retransmitía, por Facebook, los estragos que habían causado las protestas en la ciudad costera del municipio de Bluefields. Ángel filmaba los destrozos al interior de la comuna y en eso se escuchó un disparo, la cámara cae y solo se oyen gritos y lamentaciones. Un hombre de prensa más cayó en el cumplimento de su deber. Otra vez se escuchará, como una muletilla, la frase: ‘El periodismo es una de las profesiones más peligrosas del mundo’. Me vi obligado a buscar en mi videoteca una joyita del cine clásico sobre la labor de los periodistas. Puse ‘El año que vivimos en peligro’ (1982), la obra maestra del australiano Peter Weir, antes que se lo copiara la gran industria hollywoodense. Fue protagonizada por un joven e inexperto Mel Gibson antes de convertirse en la megaestrella de ‘Mad Max’. La película se sitúa en la convulsionada Indonesia, en 1965, en plena ‘Guerra Fría’. Cuba alienta revoluciones en América Latina y la China de Mao en Asia. Mientras que la CIA y los Estados Unidos no están dispuestos a dejar que haya otro gobierno comunista en el archipiélago asiático. El país lo gobernaba quien lideró la revolución del yugo colonial de los Países Bajos, Sukarno, quien fundó el Partido Nacionalista y gobernó desde 1945. En 1965, año en que se sitúa la trama, convertido en dictador de izquierda, Sukarno ve cómo el Partido Comunista indonesio mantiene una beligerante hegemonía en el país y organiza protestas para presionarlo a que aparte a militares derechistas que son usados por Estados Unidos para lograr derrocarlo. En medio de ese conflicto, donde asoma una guerra civil a la vuelta de la esquina, con un Partido Comunista con más de tres millones de afiliados, solo superado por el soviético, y con militares y musulmanes azuzados por los norteamericanos para acabar con los ‘rojos’, llega a Yakarta el periodista australiano Guy Hamilton (Mel Gibson), muchacho e idealista. Llega en solitario con la ilusión de convertirse en un famoso corresponsal extranjero. Pero al ser su primera experiencia y su medio una pequeña televisora australiana, es solo una anchoveta al lado de verdaderos tiburones corresponsales de las grandes cadenas norteamericanas y europeas. Todos cínicos pomposos, quienes lo marginan.
Los pesos pesados solo quieren que ‘empiece la acción’, o sea la guerra civil y llevarse a la cama a la bella secretaria del embajador británico Jill Bryant (irresistible, carnal, Sigourney Weaver). En ese ambiente de complot, cantidades navegables de whisky, cerveza, lujuria y deseo de los corresponsales extranjeros, sobresale un fotógrafo enano indonesio, Billy Kwan (tremendo papel de la actriz Linda Hunt que le valió el Oscar a la mejor actuación secundaria). Es el alma de las reuniones, el chistoso, ‘el que la lleva y la trae’. Pero detrás de ese enano jocoso, se esconde un alma atormentada y sufrida por el inminente destino trágico de su país. En el fondo odia el cinismo de los periodistas extranjeros, pero ve algo diferente en Hamilton y decide ayudarlo. Le abre las puertas de las entrevistas más imposibles. Hasta al inubicable líder del partido comunista. Hamilton es ahora el periodista estrella. Billy le entrega a Guy su último premio, le presenta a su mejor amiga Jill, la bella de la embajada británica, quien en verdad quiere al pequeñín. Jill y Guy se enamoran como dos fieras salvajes, en medio de lluvias torrenciales y la extraordinaria banda sonora de Vangelis. En ese encuentro, ella le cuenta un secreto terrible y le pide total discreción: la embajada recibió un cable clasificado y confidencial, varios convoyes con armamento han partido de China rumbo a Indonesia para armar a los comunistas, empezará la guerra civil. Pero Guy no tomó la información como una prueba de amor para irse con ella en el primer avión. Decide lanzar la primicia, la que ocasiona la terrible ‘Matanza de Indonesia’, dirigida por el general Sukarno, quien so pretexto de un intento de golpe de Estado mandó aniquilar a 600 militantes y simpatizantes comunistas. Una película bella, impactante y cruda. Una visión del mundo del periodista corresponsal extranjero ‘viviendo peligrosamente’. Obsesionado por lograr la primicia sin importarle sacrificar su propia vida o, lo que es peor, traicionar una verdadera amistad o el verdadero amor, como hizo Hamilton con Billy y Jill. Imprescindible para estudiantes de periodismo, obligada para quien quiere conocer una de las más atroces matanzas del siglo pasado. Apago el televisor.
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