Este Búho asiste en primera fila, con canchita y su vaso de chicha morada heladita, a espectar la tremenda polémica suscitada por la Academia Sueca, que otorgó el al cantautor norteamericano el genial intérprete de ‘Blowing in the wind’ o la emblemática ‘The times they are a–changin’. 

La Academia ha sido, muchas veces, injusta en sus decisiones. Los admiradores del escritor argentino Jorge Luis Borges nunca le perdonaremos que, pese a los reclamos de distinguidas personalidades de la literatura, incluidos varios Premio Nobel, nunca le hayan otorgado el galardón. Fue por razones políticas. Borges, en algún momento, apoyó el golpe militar de Augusto Pinochet contra el gobierno izquierdista de Salvador Allende en Chile. 

Pese a que se premia no solo a literatos, sino también a científicos y pacifistas, es el de literatura el más promocionado y discutido. La ‘pepa’, como decimos los periodistas, es el de literatura. Tanta era la expectativa que todas las casas oficiales de apuestas le daban más posibilidades al japonés Haruki Murakami y al norteamericano Paul Auster, los dos notables escritores, que a Bob Dylan, músico nacido en Minnesota. Este no aparecía en las apuestas. Pese a haber ganado el premio Príncipe de Asturias en Literatura. 

Como no podía ser de otra manera, el premio a Bob Dylan causó gran discusión. Por ejemplo, el escritor escocés Irvine Welsh, autor de la novela corrosiva ‘Trainspotting’, fustigó a la Academia: ‘Soy fan de Dylan, pero es un premio de una nostalgia mal concebida, arrancada de la próstata rancia de hippies seniles y trasnochados’. Lapidario. 

Pero el novelista chileno Alberto Fuguet lo celebra: ‘Gana la idea de la música pop, de la música como literatura. El año pasado ganó la crónica. Hoy ganan las letras de las canciones’. En nuestro propio país, muchos ignoran lo que vivió el mundo a inicios de la década de los 60. Tiempos tumultuosos y decisivos para la humanidad. La revolución cubana, la ‘guerra fría’, la guerra de Vietnam. Allí se alzó Bob Dylan con su guitarra y su armónica para poner poesía y música a la protesta juvenil.

Después de él ya nada fue igual, y eso se lo agradecen desde The Beatles hasta The Beach Boys, los trovadores cubanos como Silvio Rodríguez o Pablo Milanés, o los argentinos Charly García o León Gieco. El músico recibe el Nobel “por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”. ‘Ningún hombre ni ninguna mujer sabe/la hora en que llegará el sufrimiento/en la oscuridad escucho/la llamada de las aves nocturnas... el sueño es como una muerte temprana...’, cantaba Bob Dylan

Son poemas, pero con música, que te conmueven hasta exprimir el corazón. Este columnista siempre dijo: No hay mejores poetas que los músicos, como Leonard Cohen, Lou Reed, Silvio Rodríguez, Joaquín Sabina, Rubén Blades o Charly García. Con este premio a Bob Dylan, la acartonada Academia, por fin, valora a esos músicos que nos encandilaron con sus letras. 

A Bob Dylan lo tenía en mi vieja casetera con una canción, supuestamente de amor ‘I want you’: ‘Los políticos borrachos saltan sobre las calles en las que las madres lloran,/y los salvadores profundamente dormidos esperan por ti,/y los espero para que me interrumpan de beber de mi copa rota y me pidan que abra la puerta para ti./Te deseo, te deseo,/te deseo tanto,/cariño, te deseo’... 

Su nombre real es Robert Allen Zimmerman y nació en 1941 en Minnesota. Pero se hizo neoyorquino de corazón. En la década de los 60, revolucionó la música. Tocaba canciones hermosas, rebeldes, que llegaban al corazón y al cerebro. En tiempos en que un gobierno como el de Lyndon Johnson consideraba su mensaje ‘subversivo’. Pero después se peleó con parte de su público, cuando decidió dejar su solitaria guitarra y contrató a una banda electrónica. 

Así Bob Dylan se presentó en el Festival de Newport. El público reventó las butacas y lo obligó a retirarse. ¡¡Judas!!, le gritaron los ‘puristas’. El escritor peruano Fernando Ampuero también brindó por el galardón al músico: “Dylan, cuyo nombre rinde tributo al gran vate Dylan Thomas, en galés, fue el gran poeta de una generación (…) al oírlo pensé que un alma cogía la antorcha de América. Sus sugerentes letras destapan la imaginación juvenil y eternizan su rebeldía”. Que esta feroz polémica sea un buen pretexto para que los jóvenes escuchen la música de un poeta con todas sus letras. Apago el televisor.

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