Este Búho siempre repite su ya famosa frase: habré nacido de noche, pero no anoche. El fundador del Apra, Víctor Raúl Haya de la Torre, pasó cinco años (1949-1954) asilado en la embajada de Colombia, con francotiradores del dictador Manuel Odría dispuestos a disparar si sacaba la cabeza para saludar a sus ‘compañeros’, que pasaban en autos sacando pañuelitos blancos. Ese asilo del líder histórico del aprismo no tiene ni punto de comparación con el asilo político solicitado por Alan García en la embajada de Uruguay, la noche del sábado.
Haya estaba perseguido por sus ideas, por tratar de transformar un país cuya economía estaba hipotecada a las grandes empresas transnacionales y en la sierra se vivía un injusto régimen de semiesclavitud con el vil ‘yanaconaje’. Contra esas estructuras del Perú oligárquico luchaba con justicia el aprismo de ese entonces. Haya de la Torre no tenía casa propia.
Vivía en Villa Mercedes, en Santa Clara, una vivienda prestada, rodeada de chacras y sin alumbrado público. Siempre fue considerado honrado, ni sus enemigos osaban insinuar que era un ladrón y, al final, murió pobre.
Alan no es ningún perseguido político. Acaba de solicitar asilo para evadir la investigación que el fiscal José Domingo Pérez realiza sobre su participación en millonarias coimas pagadas por Odebrecht por la Línea 1 del Metro de Lima durante su gobierno. Es una investigación que lo compromete directamente, porque uno de los acusados de recibir dos millones de dólares se acaba de acoger a la colaboración eficaz y podría revelar que esos ocho millones de dólares depositados en un banco de Andorra, que ningún funcionario coimeado osó tocar, serían para García. ¿Dónde quedó su frase ‘el que no la debe no la teme’? ¿Dónde están sus bravatas en Twitter, con muletillas como ‘a otros compraron, a mí no’?
La cárcel lo aterra. Un último destape que lo coloca como beneficiario de 100 mil dólares pagados con plata de la corrupción de Odebrecht, ‘por una conferencia’, desbarataba todas sus defensas y lo colocaba al mismo nivel que Ollanta, Toledo o Keiko.
Con justa razón se pidió impedimento de salida del país, porque ya se conocen sus jugarretas. Su doble discurso fiel a la ‘escopeta de dos cañones’. Alan, de la boca para afuera, al enterarse de su impedimento de salida por 18 meses, dijo que no era un deshonor quedarse en el Perú. Pero por lo bajo, ya venía sosteniendo conversaciones con diplomáticos uruguayos para que estos acepten su solicitud de asilo. Todo estaba fríamente calculado.
La actitud del líder aprista de patear el tablero es la del culpable y del que se zurra en la Justicia peruana y es muy similar a la de Alejandro Toledo. Alan García tocó fondo. Allá los que tienen doble rasero y callan.
Quién diría que fue uno de los consentidos de Haya, que no quiso que estudiara en la Villarreal, llena de ‘búfalos’, y lo mandó a la exclusiva Universidad Católica a ‘guerrear’ con los social-cristianos y bloques izquierdistas castristas y maoístas. Allí Alan llegaba con pantalones de gabardina, zapatos de punta, camisa y boina roja y desafiaba a los hippies izquierdistas con jean, zapatillas Adidas y chompas de alpaca, como Javier Diez Canseco, Luis Pásara o Diego García Sayán.
Si bien se recibió de abogado en San Marcos y viajó a España y Francia a seguir maestrías, en París se dedicó a la vida bohemia y cantaba rancheras para poder comer en el ‘Barrio Latino’. Cuando Haya lo convocó para que participara en las Elecciones Constituyentes de 1978, llegó con un solo ternito y una novia argentina, Pilar Nores. Solo tenía una oficinita de abogado en el jirón Carabaya, donde incluso dormía. Otra de las coincidencias con Toledo tiene que ver con su debilidad por el boom inmobiliario, que se inició en su primer gobierno, cuando supo hacer magia para adquirir su departamento de Miraflores, su famosa casa de Naplo y otra casa en Monterrico.
Una vez exiliado en Colombia, el boom inmobiliario de García floreció pese a que no tenía trabajo conocido. Se le detectó casas en la zona residencial de Bogotá y en el distrito más exclusivo de París. A diferencia del ‘Cholo de Cabana’, que fue descubierto con las manos en las casas con el dinero de Odebrecht, vía Ecoteva, García parece no dejar huella. Pero su talón de Aquiles fue Odebrecht. Ahora dijo algo nuevo: ‘¿Quién iba a saber que Odebrecht tenía una ‘caja 2’ para corromper?’. Que no venga a hacerse el inocente. Algunos apuestan a que si sale con salvoconducto fuera del país, no vuelve más y seguramente alguien cobrará, por fin, los ocho millones de dólares de la ‘coima’ por la Línea 1 del Metro de Lima. Alguien alto, obeso y con un ego descomunal, que se presentará como ‘perseguido político’. ¡Qué vergüenza! Apago el televisor.
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