Este no puede ocultar su indignación y furia al comprobar el grado de osadía de los remanentes del grupo terrorista , agrupados en el Movadef. No solo ofendieron el ‘Día Internacional del Trabajo’ al infiltrarse en una marcha de la CGTP, sino que se atrevieron a lanzar loas a la lucha armada y exigir la libertad de su sanguinario líder, la hiena, alias ‘camarada Gonzalo’, responsable del baño de sangre que inundó al país en la década del ochenta. Dirijo esta columna a mis lectores más jóvenes, quienes no habían nacido cuando este genocida ordenó a sus huestes ‘iniciar una lucha armada’ porque se creía ‘la cuarta espada del marxismo’, colocándose en el pedestal del comunismo dogmático y violentista junto a Marx, Lenin, Stalin y Mao. 

En realidad, lo único que hizo Abimael Guzmán, al que ahora presentan en pancartas viejito y con barba blanca para que le tengan lástima, fue exigir a su facción más joven a colocar coches bomba en locales públicos, comisarías y bancos; poner dinamita en torres de alta tensión para dejar a oscuras el país, ordenar la ejecución de policías que estaban de servicio, a quienes sus terroristas acribillaban a traición por la espalda, solo para robarles un arma, y lo peor: mandar a eliminar a dirigentes populares de la propia izquierda legal que tozudamente llamaba a Sendero y al MRTA ‘revolucionarios que han tomado un camino equivocado’. 

De más está decir que no solo desató un baño de sangre en todo el país, sino que también llevó a la muerte o a la cárcel a centenares de jóvenes universitarios de Lima y provincias, que equivocadamente creyeron en su prédica sobre una ‘lucha por un mundo mejor’. Todas esas promesas se vinieron abajo cuando la policía difundió el famoso video de una orgía de alcohol y sexo de la cúpula senderista. Allí se ve a Abimael Guzmán ebrio bailando la danza de la película ‘Zorba, el griego’, después de que acordaron en el pleno de su comité central llenar de coches bomba la ciudad de Lima, como aquel de Tarata. Fue en el allanamiento de una casa en Monterrico, donde se vio que Abimael vivía a cuerpo de rey. 

Cuando fue capturado, en otra casa en San Borja, una bella bailarina de ballet, Maritza Garrido Lecca, que podía ser su nieta, hacía de ‘dama de compañía’ del ‘Cachetón’, como lo denominaban los detectives que después de un paciente seguimiento lograron capturarlo porque en la basura de la casa había jeringas y medicamentos para su enfermedad, pero sobre todo cantidades navegables de botellas de whisky fino y cigarrillos importados americanos, de los que era adicto este gran ‘antiimperialista’. Un pequeño recuento de algunas víctimas de este asesino, por las que debe pudrirse en prisión hasta su muerte.

MARÍA ELENA MOYANO: Indiscutible lideresa de Villa El Salvador. Fue cruelmente acribillada delante de sus amigos y familiares cuando asistía a una pollada de su organización vecinal, en febrero de 1992. Los senderistas luego le lanzaron cartuchos de dinamita que volaron su cuerpo. Pese a ello, Sendero Luminoso nunca pudo penetrar en la pétrea asamblea vecinal que dejó la recordada ‘Madre Coraje’.

PASCUALA ROSADO: Valiente secretaria general del entonces asentamiento humano Huaycán. Se opuso al violentismo de Sendero Luminoso y fue cruelmente asesinada y su cuerpo dinamitado. Sendero no consiguió despreciar su memoria aquel día de 1996 cuando la acribilló.

MASACRE DE LUCANAMARCA (1983): La peor matanza perpetrada durante los años de subversión y contrasubversión. Sesenta y nueve miembros de la comunidad campesina de Lucanamarca fueron asesinados por una columna de sesenta senderistas, quienes llegaron para vengar la muerte de un sanguinario jefe terrorista a manos de las rondas campesinas. Entre las víctimas se hallaron a 18 niños, incluyendo un bebito de seis meses. También veinte mujeres, muchas de ellas embarazadas. Un dato siniestro: los subversivos mataron a la mayoría de lucanamarquinos a punta de machete y cuchillo, para ‘ahorrar balas’. En la tristemente célebre ‘Entrevista del Siglo’ a Abimael Guzmán, este justificó la masacre.

COCHE BOMBA EN TARATA (1992): La demencia senderista llegó a Lima. En el distrito de Miraflores, Abimael Guzmán ordenó colocar dos automóviles llenos de 250 kilos de explosivos cada uno y los hicieron explotar en un edificio residencial en la cuadra dos del jirón Tarata, destruyendo no solo ese edificio sino otros de los alrededores. Murieron 25 personas entre vecinos del edificio, pero también vendedores ambulantes y transeúntes. Abimael Guzmán y su comité central -hoy en prisión- dieron luz verde a esta matanza. Apago el televisor.

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