Este Búho se estremeció hace unos días ante el monstruoso asesinato a tiros de cuatro peruanos miembros de una familia en Virginia, Estados Unidos. La policía detuvo a David Nathaniel Maine, de 24 años, portador del arma homicida, quien sería el sospechoso del crimen, y los motivos habrían sido pasionales. No pude evitar recordar la extraordinaria novela del gran Truman Capote (Nueva Orleans 1924-Los Ángeles 1984) ‘A sangre fría’ (1966), que tiene como argumento también el asesinato de cuatro miembros de una familia en un pueblito de Kansas a manos de dos delincuentes.
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La más grande novela de Truman no fue obra de la casualidad: ‘Desde hacía muchos años me sentía atraído hacia el periodismo. Como una forma de arte en sí mismo. (...) Yo quería escribir una novela periodística, algo en mayor escala que tuviera la verosimilitud de los hechos reales, la cualidad de inmediato de una película cinematográfica, la profundidad y libertad de la prosa y la precisión de la poesía’, detalló.
Él confesó que una mañana de 1959 leyó una pequeña noticia en el diario The New York Times. Era sobre el cruel asesinato de un acomodado granjero, Herbert Clutter, a quien degollaron y balearon, su esposa Bonnie y sus dos hijos adolescentes Nancy (16) y Kenyon (15), ultimados a escopetazos. Esos crímenes horrorizaron al pueblo de Holcomb, en Kansas. ‘Un misterioso instinto guió mis pasos hacia el tema’. Convenció a los editores de la revista The New Yorker para que le financien un viaje con el fin de escribir crónicas sobre el crimen y las investigaciones policiales.
Llamó a su amiga de infancia, la escritora Harper Lee (premio Pulitzer por su novela ‘Matar a un ruiseñor’) y la invitó a acompañarlo al lugar de los hechos para preparar un reportaje para la revista. Truman creía que con un relato minucioso de un hecho real, elaborado con técnicas periodísticas, pero narrado con las herramientas de la ficción, escribiría la gran novela que le faltaba para pasar a la historia de la literatura.
Harper fue una figura decisiva durante su viaje. En la Kansas de 1959, ‘una parte del país tan ajena a él como las estepas de Rusia’, según escribió Gerald Clarke, su biografo oficial. ‘Truman no encajaba y nadie en el pueblo hablaba con él’, dijo años después Harold Nye, uno de los detectives del caso. Mucho tenía que ver el rechazo a sus modales y vocecilla afeminada en un pueblo de recios granjeros y rígidos creyentes metodistas. “Pero Harper salió al frente y con sencillez y carisma estableció la relación con la gente. Se esforzó y logró los contactos con los locales, y pudo introducir a Truman y consiguió que lo aceptasen’, añadió el detective Nye.
Gracias a esos contactos, tuvo libertad para conocer detalles no divulgados a la prensa. Pero todo cambió para el escritor cuando en tiempo récord cayeron los asesinos. Dick Hickock y Perry Edward Smith, este último de ascendencia indio norteamericana por parte de madre. Ambos eran convictos con libertad condicional, que pensaban que iban a encontrar diez mil dólares en la casa, pero solo robaron ¡¡40 dólares!! Capote decidió quedarse al juicio. Logró tener acceso a la cárcel, a visitas diarias a los asesinos. Quería saber qué puede llevar a un hombre a cometer un crimen tan atroz. Sus detractores aseguran que Dick no creía en las buenas intenciones de Truman, a pesar de que les consiguió abogado y beneficios porque era amigo del alcaide. Y que enamoró a Perry porque era más débil. Su biógrafo Clarke refuta eso. Para él, Capote se enamoró del asesino.
Pasó varios años en Kansas visitándolo y a su hermana india. Hasta les arregló una sesión de fotos con la revista Life. Otros sostienen que Capote entró en un conflicto cuando decidió terminar la novela, pero faltaba el final: la ejecución de los despiadados asesinos. Ahí se vio preso en su propia telaraña. Les había prometido que los libraría de la horca, pero en ese momento necesitaba la ejecución para terminar el libro. Más aún, si ya había leído en público el primer capítulo de la novela, a la que ya había puesto un título lapidario, a decir de los convictos: ‘A sangre fría’.
La crítica se rindió a sus pies y los editores reclamaban que la terminara cuanto antes. Truman se refugió en España. Según dicen, en ataque de nervios porque se aplazaba la ejecución. Hasta que, por fin, para él, pusieron fecha. El escritor, valientemente, asistió al ajusticiamiento. Cuando le preguntaron si le había resultado ‘excitante’ entablar amistad con asesinos múltiples, respondió: “¿Excitante? Si necesité cinco años de psicoanálisis para sacarme toda la mierda que llevaba encima”.
Capote establece que Dick y Perry acudieron a la granja convencidos de que el granjero guardaba 10 mil dólares en una caja fuerte. Al no hallarlos, acabaron con toda la familia y solo se llevaron cuarenta dólares y un radio portátil. Hickock comenzó a odiar a Capote. El 14 de abril de 1965, Perry y Hickock fueron ahorcados con 38 minutos de diferencia en la Penitenciaria Estatal de Kansas. Al año siguiente, ‘A sangre fría’ alcanzó fama mundial. Más de cinco décadas después, el crimen de los Clutter y el impresionante relato de Truman Capote nos hacen estremecer. Apago el televisor.