El Bombardero de Trome
El Bombardero de Trome

Del saque somos carnecita... Sacar la calculadora y números es ser masoquista. Es estresarte y hacerte daño. Se viene Argentina y necesitamos varios milagros para clasificar. Por eso hagamos la simple: hay que competir con Messi y compañía o con los que ponga Scaloni. Creo que con ningún genio de la matemática solucionamos ese problema. Queda Miami, solcito, compras, unas heladitas en la playa y quizás una hazaña en el Hard Rock Stadium. Relajo y el sábado ya cruzaremos los dedos. Sí, señores...

La Copa América para mí no es prioridad. Con lo que sueño es con el Mundial. Frente a Chile peleamos, pero el martes una roja y la falta de gol nos llevaron a la caída a 38 grados. Ni el agua nos pudo hidratar por tanta bronca. Dicen que la Albiceleste pondrá suplentes y quizás jueguen mejor que el equipo de gala. Con o sin ‘Leo’ se conocen de memoria. Ya son las 4:30 de la madrugada y el ibérico me recoge para trasladarme al aeropuerto de Kansas. Lluvia a chorros y una pequeña tormenta, esa que no debe arrasar a la selección. Setiembre es ahorita y es obligatorio un buen clima para tumbar el invicto y campañón de Colombia. Las críticas que sean para sumar y no desaparecer gente. Que el ‘Nono’ haga la del Chavo en este torneo, pero eso sí, no se la perdono en tres meses. Es terco con su 3-5-2 y que le vaya bien. Así es...

Saco mi boarding pass y subo mi maleta de 22 kilos en la balanza para que vaya a la bodega del avión. Hago mi respectiva cola y paso los controles de seguridad. Camino hasta el ‘gate 59′ para embarcarme y soy el penúltimo de la fila. Aquí viene lo increíble, cuando enseño mi boleto me detienen y me hacen pagar 79 ‘cocos’ por mi equipaje de mano que solo traía una laptop y calzoncillos sucios. Me hizo volar ‘Whitney Houston’, una morocha idéntica a la cantante finadita. Todo el vuelo renegando hasta que hice escala en Las Vegas. Allí avanzo veloz para tomar la conexión a la isla, pero justito antes de entrar por la puerta había tres máquinas de tragamonedas y el premio mayor de 1′125,219 dólares. El ‘gusanazo’ de la ludopatía se apoderó de mi cuerpo. Mi colega se reía. Sentía que me hacían ojitos, se me regalaban y en mi cabecita y oídos estaba ese ruido cuando la revientas y como si cayeran las monedas. Me salvó la campana, porque perifonearon a mi grupo y tuve que irme por la manga. Esto es azar y más pierdes que ganas. El fútbol es un juego y solo valen los resultados con o sin justicia. Para lograr objetivos se requiere de gente con personalidad y sin traumas. Por eso no nos rayemos que chocaremos con el campeón del mundo. Solo hagámonos respetar. Y no va ser...

Estoy casi tres horas en el aire y analizo algunas situaciones. El primero en el Children’s Mercy Park es lo más atractivo que ha presentado el proceso de Fossati y eso invita a pensar, a alucinar que hay margen para subir el nivel. Además de una regularidad de algunos jugadores, caso Gallese, Zambrano y Callens. Otros que han reaccionado, como Cartagena y en algo López. Peña es frágil pero se esfuerza, Flores y Quispe al debe. Solidarios y guerrean, pero no culminan ni hacen daño. Lapadula y Polo están en deuda, porque pueden dar muchísimo más. El resto hace lo que puede. Ahora, lo que no me parece. No tenemos peso en ofensiva. Somos muy livianitos y las pocas que hemos generado no las definimos. Perdemos balones muy fáciles por querer adornarnos o intentar hacer la del diferente. Y por último, nos caemos a pedazos de cara al gol, se nos doblan las piernas y pateamos a cualquier lado. Insisto, no me gusta el planteamiento del uruguayo. Que me tape la boca con el colectivo y triunfos. No hay otra. Ya arribé a Miami y voy a recoger mis trapos. Mañana vuelvo con fuerza... Me voy, soy fuga.

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