Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un guiso de quinua con quesito desmenuzado, arroz blanco y una chuleta doradita con salsa criolla. Y para la sed, un refresco de maracuyá bien frío. “María, al parecer la policía ya esclareció , de 29 años. Este no tenía antecedentes policiales y portaba un arma de fuego cuyo permiso estaba en regla. Una noche, a fines de abril del año pasado, salió de su casa en San Martín de Porres.

Parecía contento y le dijo a su madre que iba a reunirse con su jefe. Fue la última vez que lo vieron con vida. Horas después, a las 4 de la madrugada, una cámara de vigilancia de Sedapal, ubicada a la altura del puente Graña, a unos cientos de metros del peaje de la carretera Ramiro Prialé, grabó a un taxi negro cuando se detenía al borde del camino y a dos sujetos que sacaban a la fuerza a un hombre que se resistía, pero, sin embargo, no pudo impedir que lo arrojaran al río Rímac desde una altura de 30 metros. ¡¡Era Héctor Fernández!!

Las escalofriantes imágenes evidencian la crueldad de los asesinos, quienes no muestran ninguna compasión con la víctima, pese a que está maniatada y amordazada. No les conmueve en lo mínimo su terror ni la desesperación con que lucha por su vida. Lo arrojaron al vacío como si se tratara de un objeto sin valor. Luego que cae al lecho del río, donde queda malherido e indefenso, las bestias sacan sus armas y le disparan varias veces. Apoyados sobre el muro, cambian de lugar en busca del mejor ángulo de tiro. Nada les importan los otros choferes que pasan cerca a ellos, ni parecen temer que aparezca algún patrullero. Luego, suben a su carro y se van, pero minutos después aparecen por la vía que va en dirección contraria. Uno de los homicidas cruza la pista y baja hasta el río para disparar a Fernández a quemarropa. Espeluznante.

Sería un error calificar de animales a estos asesinos. Monstruos, sería más exacto. Los detectives que han estado investigando el caso todos estos meses habrían llegado a la conclusión de que el crimen fue una venganza pasional. Creen que la víctima cometió el error de meterse con la pareja de su jefe y este se vengó de forma tan bárbara. Todos los culpables merecen acabar sus días en prisión. Y este caso debe servir para respetar a sus parejas y no mirar a mujer ajena. Esos ‘vivazos’ que creen que es un juego poner cuernos, pueden acabar mal si se topan con el tipo equivocado. ¡Para qué, habiendo tantas chicas que están libres!” Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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