Opinión

El Chato melancólico (II)

El Chato Matta nos sigue recordando amores del ayer.

El Chato Matta llegó al restaurante con cara de resaca. “María, alégrame la vida con un tiradito tricolor y unos fetuccini en salsa de mariscos, con bastante quesito rayado. Tú sabes que ese platillo me lo preparaba mi ‘italiana’ Livia”. Serví rapidito para seguir escuchando sus historias. “Amiga, la semana pasada te contaba que Anita fue mi gran amor. Intenso, loco, tierno. Pero era inmaduro y le fallé. Cuando regresé a pedirle perdón, me cantó ese gran tema de Isabel Pantoja: ‘Soy honesta con él y contigo/a él lo quiero y a ti te he olvidado/Si tú quieres, seremos amigos/Yo te ayudo a olvidar el pasadoooo’. Y se casó con un gordito. Luego se separó y me buscó, pero los malos consejos de Pancholón hicieron que no volviera con ella. Después de años me encontré con otro amor, Livia, quien cantaba en un grupo folclórico. Todo iba bien hasta que me propuso matrimonio y me asusté. Algo se rompió en ese momento y ella orgullosa y dolida se alejó de mi lado. Al tiempo me enteré que había viajado a Italia con su grupo musical. Pasaron años y no supe de su vida, hasta que un día volvió mejor que nunca. Estaba guapísima, seguro por su buena vida en Roma. Esa noche, solos contra nuestra voluntad, la pasamos tan bien que acabamos en una habitación del Hotel Hollywood. Creo que entramos a la suite de John Travolta, porque ponían música de los Bee Gees y había harto gel en el baño.

Volvimos a ser enamorados. Viajamos a Huaraz y, en los baños termales, me cantaba música criolla para cortarse las venas al estilo de Lucía de la Cruz. ‘Yo perdí el corazón/pero no me arrepiento/porque pasé a sentir/cosas que hoy ya no siento/Porque me regalaste/poco a poco tu olvido/yo nunca me arrepiento/el haberte querido…/’. Eran días de locura, pedí su mano y acordamos casarnos en Italia. Pero como siempre dice mi viejita, el diablo es tentador. Pancholón me decía: ‘Chato, no seas malo. Cómo vas a dejar tu Perú y vivir en un país donde nadie te conoce. Acá están todas las trampitas, la buena vida, el dame que te doy, salud’. Con ‘Las terribles de San Martín’ me olvidé de Livia. Me porté mal, lo reconozco. Ella me llamaba y yo, un viernes con el dolor de mi corazón, le dije que no estaba preparado para el matrimonio, que no iba a ir a Italia. Me lloraba, después me maldecía, pero me cerré. ‘¡Ven, no te cases conmigo, pero ven!’. Le rompí el corazón. Al año, recibí su llamado. Estaba en Lima. ‘Chato, quiero encontrarme contigo’. Salimos a nuestro point, en la avenida La Marina, donde rompimos la pista de baile. Nos fuimos a La Posada y se emborrachó con vino. ‘Chato, no vales la pena. Esta es nuestra última noche, vas a terminar viejo, solo y triste como tu amigo Pancholón. Hasta nunca’. Ahora que estoy solo, aún la recuerdo. La he visto en el Facebook, triunfadora, y me da gusto”. Pucha, ese Chato se dejó llevar por ese cochino de Pancholón. Me voy, cuídense.

Si te interesó lo que acabas de leer, puedes seguir nuestras últimas publicaciones por , , y puedes suscribirte a nuestro newsletter.

Contenido Sugerido

Contenido GEC

Te puede interesar:

Si va a viajar por el feriado largo revise su vehículo

Beccacece ve como “un clásico” el Ecuador vs. Perú: “Tenemos que estar muy alertas”

‘Caballeros del Zodiaco’: Masami Kurumada, creador del manga, regaló un dibujo hecho a mano a ‘Jorge de Pegaso’

Enfermeros, los ángeles que cuidan y salvan vidas

Más en Opinión

Padres que hacen sufrir a sus hijos

La masacre de El Sexto

Luis Sánchez contó que Leslie Moscoso ya lo perdonó e insistirá para que acepte ser su novia

Estas ‘lesiones’ de algunos jugadores de la selección me huelen mal

Peleas en la pareja por dinero

‘Los 12 del patíbulo’ que fugaron de ‘Luri’