Este Búho se sorprende. Cómo pasa el tiempo. Hace dieciséis años murió el querido poeta César Calvo . Digo querido, porque era uno de esos intelectuales que estaba en el mismo punto de partida de grandes como Antonio Cisneros , y pertenecía a esa genial generación de los años 60.
César Calvo, señores, ese año ganó junto a Javier Heraud el premio ‘El poeta joven del Perú’. Pero entre él y los demás había diferencias. Disquisiciones que eran solo dos caras de una misma moneda. Mientras Heraud se fue a morir como guerrillero a Madre de Dios y Antonio Cisneros se adentraba al Olimpo y exploraba los más recónditos caminos para lograr esos poemas hasta místicos como el inolvidable ‘El libro de Dios y de los húngaros’, el charapa Calvo no solo escribía poemas maravillosos, sino que, inquieto, vivía una vida de casanova, incluso con mujeres famosas.
Sus fotos salían en las revistas de moda con reinas de belleza, como Patricia Aspíllaga o la talentosa criolla Chabuca Granda , quien fue su protectora. Sus amigos lo respetaban porque nunca hablaba de su ejército de conquistas.
Rodolfo Hinostroza , su amigo y compañero de generación, lo describe a la perfección, luego de haberlo conocido en el Patio de Letras de la Casona de San Marcos, a finales de los 50, donde Calvo estudiaba psicología y derecho: ‘Era un líder nato de nuestra generación de poetas. Alto, flaco, guapo. Tenía una fulgurante fama de mujeriego. Se reía alto, fuerte, huracanadamente’.
Maya, la esposa del embajador de Perú en Estados Unidos, Ricardo Molina, recuerda que cuando vivían en Londres, le dieron por un tiempo alojamiento al poeta. “César bajaba a la calle y todos los días regresaba con una belleza inglesa. Jóvenes, maduras, pero con el signo de la hermosura londinense. Las había convencido de que suban a su cuarto, sin saber hablar una pizca de inglés”. Era el verdadero conquistador, pero nunca, jamás de los jamases, proclamó ni divulgó esa condición que le dio la naturaleza.
LAS MUJERES DE CALVO
Después de tanta insistencia, al saber que se cumplía un año más de su fallecimiento, tres de sus ‘amigas’ de la época accedieron a conversar con este columnista. Solo con una condición, que nunca revele sus nombres. Ni siquiera al director del diario, cosa que cumpliré. Las tres están felizmente casadas o conviven de una forma apacible y madura con buenos hombres.
Con una me encontré en el ‘Queirolo’ de Pueblo Libre. Otra en el ‘Haití’, en la parte de atrás, alejados de los ojos indiscretos. Y la última la tuve que ir a visitar hasta un caserón de playa, frente al mar, al sur de Lima. Las tres, tras las ‘chelas’ o el vino blanco heladito, derramaron unas lagrimitas al recordarlo. Eran de belleza otoñal, guapas, intelectuales. Alguna debe figurar en una antología. Todas coincidieron en algo: “César era de los que no se casaba ni se comprometía con nadie” .
Recordé un poema del maestro: ‘Preguntas y penumbras’: ‘¿Y si de pronto huyeran/el valor y el destino/-como alas- de este pájaro/que me lleva a los vientos/o a la muerte?/Tal vez mañana mismo.//Si de pronto volara/de mi pecho/el corazón, cayera/como llave en un pozo:/¿Tú abrirías la puerta, cruzarías/al umbral a mi paso señalado?/Buscando entre los muertos.//Es a ti a quien hablo,/a ti que creces/como una larga herida/en mi memoria, a ti que ignoras/como yo/los tatuajes de mi brazo. (…) Nuestro cuerpo encontremos.//Tras la puerta, otro fuego/devora las montañas,/los sueños/y los hombres. No digas/nunca: ‘hay tiempo,/hay tiempo’. Tal vez/mañana mismo,/buscando entre los muertos,/el cuerpo del hermano,/nuestro cuerpo encontremos’. Cuando murió Chabuca Granda , los periodistas buscaron al vate.
Habían escrito un tema lindísimo juntos, ‘María landó’, y viajaban por el mundo. Ella era mucho mayor. En esos tiempos no había una prensa televisiva que, seguramente, hubiese acorralado a la cantautora criolla. Calvo nunca habló del tema, inclusive después de la muerte de la compositora.
Pero su colega de una revista, Domingo Tamariz, lo convenció de que rompa su silencio. “Te voy a confesar una cosa, le dijo el poeta. Una vez coincidí con Chabuca en la casa de Mané Manuel Checa Solari. Ella estaba allí, junto a Fernando de Szyszlo , Blanca Varela , y otros notables de la cultura. Ella no me conocía. Me acerqué y le dije: ‘Señora Chabuca, yo vivo en el puente de Barranco 383 y le digo a todo el mundo que el personaje de su linda canción, ‘El puente de los suspiros’, está inspirado en mí, yo soy el poeta de esa canción, soy un mitómano de profesión. Por favor le pido que no me desmienta’.
Chabuca pensaba que estaba loco, pero así la abordé. Es increíble cómo pudimos llegar a querernos tanto”. En esa misma entrevista, Calvo revela que fue Alan García quien lo llamó, sabiendo que Chabuca había fallecido en un hospital de Miami: “César, Chabuca ha muerto, ¿quieres ir a Miami?” El poeta le contestó: “No, no voy a ninguna parte. No sé nada ni entiendo nada”. “Me fui a mi casa de Chaclacayo. No vi a Chabuca muerta, no vi radio ni televisión”. En esa entrevista, sin decirlo, por primera vez confesaba el sentimiento tan profundo que le unía a la autora de ‘José Antonio’.
Cuando Tamáriz le insiste: ¿Solo quedó allí? El vate se derrumba. “Te voy a decir un secreto. Cuando Chabuca ingresa al hospital de Miami, lo llama a Alfredo Granda, su primo hermano, dueño de una línea aérea. ‘Por favor, ingreso al hospital. Te doy un número, es el teléfono de la madre de César Calvo . Llámalo y dile que Chabuca se despide de él’. En la entrevista él negó una relación sentimental, pero seguro hoy caminarán juntos, abrazados, de blanco, en algún lugar más, pero más bello que este valle de lágrimas. Apago el televisor.
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