El fotógrafo Gary llegó al restaurante por un rico bufé criollo con ají de gallina, carapulcra, olluquito, sangrecita y cebiche de cachema. Para calmar la sed, pidió una jarra de agüita de cebada tibiecita.

“María, llegó a la Redacción mi amigo, el gran periodista y marketero ayacuchano, Malcom Mendocha. ‘Gary, se han cumplido veinticinco años desde que entrevisté a don Mario Moreno, , el más grande comediante hispano, en su penthouse de México.

Le dije a su secretaria Consuelo: ‘Soy el periodista peruano Malcom Mendocha. Tengo el máximo premio para don Mario, elegido como ‘El mejor cómico del siglo’, ¿puedo entregárselo personalmente?’. Contestó: ‘¡Padrísimo!, pero lamentablemente él reside en Houston. Déjelo y yo se lo envío’. Insistí: ‘Me van a despedir si no lo hago’. Replicó: ‘Comentaré su estadía y le aviso’.

Después, devolvió la llamada y me dijo: ‘Mi jefe solo retornará a México para recibir la distinción, porque adora tu país. ¡Ah! y solo lo atenderá ¡11 minutos!’. Con torrencial lluvia, llegué a su templo, en la avenida Insurgentes. Quedé impactado cuando ¡apareció el genial actor!, con gruesos lentes. Previo apretón de manos me dijo: ‘A la orden peruanito, enseguida platicamos, chato’.

Al darse media vuelta, le salió su clásica y graciosa caminadita. Tuve que aguantar la risa. Vestía cafarena y sacón negro. De amplia frente, grandes orejas, le pregunté: ‘ Don Mario, ¿sabe lo que es necesidad? Miró al cielo y juntando su dedo índice y pulgar, como agarra el puchito de cigarro en sus películas me dijo: ‘Mi infancia, en el barrio de Tepito, fue de penurias económicas, que me empujó a trabajar como lustrabotas y taxista’.

Continué: ‘¿Cómo surge su inolvidable personaje?’ y me reveló: ‘En un humilde circo no llegó el animador, tuve que reemplazarlo. Antes de salir, me olvidé los apuntes y con sonrisa nerviosa hablé barbaridades, el público se reía’. Su estilo de hablar enredado lo inmortalizó. Y develó el misterio: ‘¿Qué inspiró su vestimenta? Se sinceró: ‘Me siento honrado de haber creado un personaje de la clase media para que los traten por igual’. Su Fundación repartía leche a los niños pobres.

Así entendí la cinta ‘El padrecito’. Le entregué un fino plato de plata, con siluetas de llamitas. Lo apreció fijamente con sus ojos humedecidos y sollozó: ‘Conozco el Perú milenario con su gente alegre’. Me abrazó acariciando mi nuca y regalándome su película ‘El barrendero’, en casete betamax y exclamando: ‘Malcom, ahí está el detalle’”. Pucha, el señor Malcom siempre aparece en la foto junto a grandes personajes. Me voy, cuídense.

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