Este Búho, para escribir esta columna, necesariamente tiene que recorrer la calle. Más aún si estamos en épocas electorales. Es muy importante saber lo que piensan los ciudadanos de a pie. Los hombres y mujeres que caminan sofocados por las calles infectadas de ómnibus, micros, combis, autos particulares y hasta ‘mototaxis’. Me subo a todos. Mi carro lo reservo para pasear con mi hija. Pero mi rutina diaria es mezclarme con la gente, conversar, observar con estos ojazos de ave nocturna. Hablo con taxistas, canillitas, ambulantes.

Voy a un gran supermercado a comprar algunos productos, otros en un mercado cooperativo, otros en markets de barrio, hasta a la paradita de Viñedos me meto, donde me venden las más frescas y baratas cojinovitas directamente del Pesquero de Villa María del Triunfo. Sé cuando suben los precios, sé qué empresas millonarias explotan a sus jóvenes trabajadores, porque las cajeras, los dependientes, me lo cuentan todo. Hasta taxistas mujeres se sinceran conmigo y me han confesado que malditos delincuentes no solo les han robado, sino que han intentado ultrajarlas.

Por eso me sorprendo y lamento que algunos políticos que aspiran gobernarnos, parecen vivir en una burbuja. No encuentro otra explicación. Cuando faltan tan solo dos meses y medio para la elección presidencial, ellos siguen manteniendo un discurso que está totalmente alejado de las aspiraciones de la mayoría de ciudadanos. Trato de explicármelo. A algunos candidatos los veo, como lo que se llamaría en términos barriales, ‘palomillas de ventana’. No tienen calle. Dicen que aspiran gobernar para lo que ellos llaman ‘los más necesitados’, pero ni siquiera los conocen en carne y hueso, no han ido a sus barrios, no han conversado con ellos. Solo pasan con sus equipos de seguridad regalando polos y llaveritos para la foto. Los han visto como ‘objetos de estudio’, o en ‘focus group’ o en sus cursos en la universidad. Recién en épocas electorales se acercan a una paradita con zapatos de taco o toman una chicha de ambulante con cara de estar bebiendo cianuro. Peor, les invitan una ‘chela’ y la toman de a pico, pese a que les están ofreciendo el vaso, porque nunca se toma cerveza de a pico en los barrios.

Por ese desconocimiento, estos candidatos y candidatas colocan en ‘su agenda’ temas que están en las antípodas de lo que realmente pide el ciudadano de a pie, el pueblo, las mayorías que deciden una elección. Aunque se vistan de progresistas, me hacen recordar a una altanera reina de Francia. Cuando miles de manifestantes del ‘populacho’ llegaron hasta su palacio de Versalles, dispuestos a asaltarlo porque no tenían qué comer. ‘No tienen pan, majestad’, le dijo un ujier. Ella, mirando a los andrajosos desde una ventana, respondió, ‘que coman pasteles’. Ese desconocimiento inconcebible de lo que necesitaba la gente la hizo ser odiada por su pueblo y después dio inicio a la Revolución Francesa. Los candidatos parecen no calibrar que antes de estériles debates, está el principal reclamo de las mayorías del país: la inseguridad ciudadana.

No solo están las extorsiones, el sicariato, los robos y asaltos de los ‘marcas’, el narcotráfico a pequeña y gran escala, sino también las violaciones. Los padres no pueden dormir y tienen que esperar a sus hijas o hijos en el paradero a medianoche, porque miserables están al acecho, no solo para matar por un celular, sino para satisfacer sus bajos instintos. De eso no hablan mucho los candidatos que se enfrascan en discusiones y acusaciones absurdas. ¿Por qué no hablan de la educación pública en el país y sus planes para potenciarla y hacerla digna? El gobierno de Ollanta Humala fue mediocre. Urge un régimen que realice verdaderas transformaciones. Pero para eso tienen que ponerse en el pellejo de las mayorías. Combate a la inseguridad ciudadana, reactivación de la economía, generación de empleo y, por último, una revolución en la educación. Todo esto bajo una camiseta donde se lea ‘no a la corrupción’ y que esté prohibido que los sinvergüenzas de siempre se reciclen. El candidato que tenga un chip preparado para implementar estas pocas, pero trascendentales tareas, podrá tener llegada a las mayorías. Apago el televisor.

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Este Búho, para escribir esta columna, necesariamente tiene que recorrer la calle. Más aún si estamos en épocas electorales. Es muy importante saber lo que piensan los ciudadanos de a pie. Los hombres y mujeres que caminan sofocados por las calles infectadas de ómnibus, micros, combis, autos particulares y hasta ‘mototaxis’. Me subo a todos. Mi carro lo reservo para pasear con mi hija. Pero mi rutina diaria es mezclarme con la gente, conversar, observar con estos ojazos de ave nocturna. Hablo con taxistas, canillitas, ambulantes.

Voy a un gran supermercado a comprar algunos productos, otros en un mercado cooperativo, otros en markets de barrio, hasta a la paradita de Viñedos me meto, donde me venden las más frescas y baratas cojinovitas directamente del Pesquero de Villa María del Triunfo. Sé cuando suben los precios, sé qué empresas millonarias explotan a sus jóvenes trabajadores, porque las cajeras, los dependientes, me lo cuentan todo. Hasta taxistas mujeres se sinceran conmigo y me han confesado que malditos delincuentes no solo les han robado, sino que han intentado ultrajarlas.

Por eso me sorprendo y lamento que algunos políticos que aspiran gobernarnos, parecen vivir en una burbuja. No encuentro otra explicación. Cuando faltan tan solo dos meses y medio para la elección presidencial, ellos siguen manteniendo un discurso que está totalmente alejado de las aspiraciones de la mayoría de ciudadanos. Trato de explicármelo. A algunos candidatos los veo, como lo que se llamaría en términos barriales, ‘palomillas de ventana’. No tienen calle. Dicen que aspiran gobernar para lo que ellos llaman ‘los más necesitados’, pero ni siquiera los conocen en carne y hueso, no han ido a sus barrios, no han conversado con ellos. Solo pasan con sus equipos de seguridad regalando polos y llaveritos para la foto. Los han visto como ‘objetos de estudio’, o en ‘focus group’ o en sus cursos en la universidad. Recién en épocas electorales se acercan a una paradita con zapatos de taco o toman una chicha de ambulante con cara de estar bebiendo cianuro. Peor, les invitan una ‘chela’ y la toman de a pico, pese a que les están ofreciendo el vaso, porque nunca se toma cerveza de a pico en los barrios.

Por ese desconocimiento, estos candidatos y candidatas colocan en ‘su agenda’ temas que están en las antípodas de lo que realmente pide el ciudadano de a pie, el pueblo, las mayorías que deciden una elección. Aunque se vistan de progresistas, me hacen recordar a una altanera reina de Francia. Cuando miles de manifestantes del ‘populacho’ llegaron hasta su palacio de Versalles, dispuestos a asaltarlo porque no tenían qué comer. ‘No tienen pan, majestad’, le dijo un ujier. Ella, mirando a los andrajosos desde una ventana, respondió, ‘que coman pasteles’. Ese desconocimiento inconcebible de lo que necesitaba la gente la hizo ser odiada por su pueblo y después dio inicio a la Revolución Francesa. Los candidatos parecen no calibrar que antes de estériles debates, está el principal reclamo de las mayorías del país: la inseguridad ciudadana.

No solo están las extorsiones, el sicariato, los robos y asaltos de los ‘marcas’, el narcotráfico a pequeña y gran escala, sino también las violaciones. Los padres no pueden dormir y tienen que esperar a sus hijas o hijos en el paradero a medianoche, porque miserables están al acecho, no solo para matar por un celular, sino para satisfacer sus bajos instintos. De eso no hablan mucho los candidatos que se enfrascan en discusiones y acusaciones absurdas. ¿Por qué no hablan de la educación pública en el país y sus planes para potenciarla y hacerla digna? El gobierno de Ollanta Humala fue mediocre. Urge un régimen que realice verdaderas transformaciones. Pero para eso tienen que ponerse en el pellejo de las mayorías. Combate a la inseguridad ciudadana, reactivación de la economía, generación de empleo y, por último, una revolución en la educación. Todo esto bajo una camiseta donde se lea ‘no a la corrupción’ y que esté prohibido que los sinvergüenzas de siempre se reciclen. El candidato que tenga un chip preparado para implementar estas pocas, pero trascendentales tareas, podrá tener llegada a las mayorías. Apago el televisor.

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