‘El Búho’ en la playa ‘El Silencio’
‘El Búho’ en la playa ‘El Silencio’

Este Búho ve las imágenes del impresionante desalojo de los restaurantes de la entrañable playa ‘El Silencio’. Quienes hemos pasado veranosinolvidables comiéndonos un cebichito, un sudadito de chita o unos choritos a la chalaca en el mítico restaurante de ‘Román, el pescador’, no hemos podido dejar de estremecernos al verlo derramar lágrimas en la madrugada, mientras el más emblemático establecimiento de la playa pasaba a mejor vida. Con Román, hace varios lustros, aprendimos a conocer la verdadera historia de la playa. A inicios de los setenta, un grupo de tablistas y deportistas, entre los que se encontraban la gran atleta Edith Noeding y su novio alemán, llegó caminando con amigos desde la antigua carretera Panamericana Sur.

Desde la autopista no se vislumbraba nada, solo una inmensa pampa. Nadie podía imaginar que en dirección al poniente se iba a encontrar, bajo el abismo, con una playa escondida, hermosa, desierta, con una gran extensión de arena. Pero no estaba tan desolada. Allí ya se encontraba un jovencito Román, junto a su padre, un curtido hombre de mar. Ellos pescaban en esa playa, llegaban desde Lurín caminando. Los jóvenes la bautizaron como ‘El Silencio’, debido a que no se escuchaba ningún ruido y porque juraron no contarles a nadie su descubrimiento. Román ingresa al túnel del tiempo: ‘La señorita Edith Noeding y sus amigos nos decían, al vernos salir con chitas y lenguados, ¿nos pueden preparar alguito? Fue así que mi padre y mi madre empezaron a venderles cebiches y sudaditos.

Imagínense, no había ninguna tienda a kilómetros a la redonda. Así empezamos el negocio en la playa. Poco a poco los tablistas comenzaron a llegar, dejaban sus camionetas con doble tracción arriba. Nosotros se las cuidábamos. Fuimos testigos de cómo la playa comenzaba a poblarse poco a poco. Al principio era exclusiva. Solo llegaban tablistas en sus autos y motos. Había que bajar a pie’. Muchos años después comenzaron a hacer los festivales musicales. ‘El Silencio’ se volvió popular. Pero a inicios de los noventa todavía se respiraba un ambiente tranquilo los días de semana. El local de Román era un referente.

Nunca renunció a su trabajo en el mar y sus insumos los pescaba junto con su hijo, el buen ‘Gordo’. Este columnista y amigos alguna vez compartimos tertulias con Adolfo ‘Papá’ Chuiman, infaltable en el restaurante. Otros actores, músicos y periodistas llegaban hasta sus mesas para degustar platillos marinos recién salidos del mar. Celoso cuidador del medio ambiente, Román fue uno de los incansables batalladores por hacer que los establecimientos ofrezcan productos frescos a precios asequibles. Antes que poner luces psicodélicas para armar tonos desenfrenados, puso mesas de billar, fulbito de mano, buena música y entregaba piscinas inflables a las familias que llegaban con sus niños. Unos choritos a la chalaca, con una chelita helada en ‘El Silencio’, bastaba para hacer feliz a cualquiera.

Muchos amantes del mar, como este Búho, se han sentido tocados por la forma aparatosa como se produjo el desalojo. Más de 500 policías, también uniformados a caballo, tanquetas y hasta un helicóptero, ese que nunca aparece cuando alguien se esta ahogando. Las comparaciones empezaron a ser odiosas: ni un policía en la Vía Expresa para proteger a los automovilistas de los malditos ‘marcas’ y, un ejército para sacar mesas, sillas, tablas para picar pescado. Se habla que algunos locales eran restaurantes en el día y en la noche se convertían en bulliciosas discotecas y la playa era tierra de nadie. En la noche algunos campamentos se salían de control y causaban zozobra entre los vecinos del balneario.

Pero también se comenta que habría fuertísimos intereses para que ‘la playa no se recupere para los bañistas’, como afirman las autoridades, sino que habría compromisos para conceder licencias a exclusivos restaurantes, ‘cinco tenedores’. Otros sostienen que existirían en el despacho del burgomaestre carpetas de ambiciosos proyectos inmobiliarios. Hay el temor que ‘El Silencio’ deje de ser una playa de libre acceso. Están en mi mente esos lunes emblemáticos de mediados de los noventa, en nuestros días de descanso, con ‘Carlao’, ‘Neto’ Cavagneri y ‘Ruckelly’, tumbados en una hamaca donde Román, cantando ese memorable tema de ‘Los abuelos…’: Ni me acuerdo mi nombre a ha/ muy tranquilo en la arena/ el rumor de la calle a ha/ poco me interesa aquí… bajo el sol/ aquí hace tanto calor/ no, no me saquen de aquí por favor, estoy demasiado tranquilo/ no quiero enterarme de nada hoy/ así es el calor/ la del medio está buena a ha…/ El resto era silencio. Apago el televisor.

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