Este Búho siente impotencia e indignación al leer sobre el asalto a una pollería que terminó con un humilde hornero asesinado, en Villa María del Triunfo. El triste final del valeroso trabajador me parece que puede ser extraído de un párrafo del notable libro de Gabriel García Márquez, ‘Crónica de una muerte anunciada’. Si en la obra de ‘Gabo’, el protagonista sale de su casa y todo el pueblo sabe que lo van a asesinar, todos menos él, en el trágico homicidio de César Pérez Montañez, este estuvo en la hora y en la ciudad equivocada.
Una Lima desbordada por la inseguridad ciudadana, de lo cual es, en gran parte, responsable el presidente Ollanta Humala, quien durante todo su mandato se dedicó a vivir en ‘su isla de la fantasía’ inaugurando obras en provincias y recibiendo aplausos de los interesados, mientras en Lima, Callao, Trujillo, Chimbote, Huaral, Cañete o Tumbes la delincuencia regaba ríos de sangre. Y para colmo, en vez de irse al menos poniendo algo de orden y mano dura para los delincuentes, dedica su valioso tiempo de mandatario para encerrarse con un fiscal y echarse la culpa de los desmadres de los que está acusada su esposa. ¡¡Increíble!!
Escribía que el hornero fue víctima de un destino fatal. Estaba horneando los crocantes pollos del restaurante, cuando recibió una llamada a su celular. Decidió salir para hablar más tranquilamente con su interlocutor. Pero a pocos metros de la puerta, César escuchó gritos y balazos. Pudo huir, ponerse a buen recaudo, pero como colaborador leal ingresó al local a defender a sus compañeros. Justo ve cómo el cajero se está enfrentando, en una lucha cuerpo a cuerpo, con un hampón que le quiere quitar el ‘canguro’ con el dinero de las ventas del día. Pérez, un muchacho provinciano que hacía ejercicios y que a sus treinta y tres años estaba en forma, agarró por el cuello al asaltante y logró hacer que suelte el arma.
Ya se disponía a inmovilizarlo, cuando por detrás, un maldito cómplice del ladrón, sin miramientos, le descerrajó un tiro en la cabeza, matándolo al instante. Acto seguido, los malhechores huyeron en un auto sin llevarse un sol. Pero sí se llevaron algo más valioso que el botín: La vida de un muchacho trabajador como César Pérez. Este columnista recuerda que el primer muerto que vi, de chibolito, fue un asaltante que intentó robar el Banco Continental, que estaba frente a la Unidad Mirones.
Estaba tapado con papel periódico, pero se le veía elegantemente vestido, con terno y zapatos de cuero. Si mataban a un policía les daban, al toque, pena de muerte. No como ahora, que ‘raqueteros’ asaltan a mujeres para arrebatarles la cartera y el celular y matan a las señoras, como ocurrió en La Molina. O al seleccionado de rugby por robarle su camioneta. Pero lo peor es que ahora asaltan restaurantes, pizzerías, pollerías y chifas. Uno de los casos que conmocionó a la opinión pública fue el asalto a ‘Pizza Fusión’, en Villa El Salvador. Los hampones, comandados por Ángel Ginés (33), ‘Gordo Ángel’, a punta de balazos robaron en segundos el local. Ya fuera del establecimiento, ‘Gordo Ángel’ vio cabezas que asomaban en el segundo piso, que eran de comensales, entre los que se encontraban la universitaria Kattia Torres, de veintidós años, y su enamorado, quienes celebraban un aniversario de su relación.
Al grito de: ¡A matar!, el ‘Gordo’ disparó hacia el segundo piso, impactando la bala en la cabeza de la estudiante. Todo fue filmado por las cámaras del local y el país quedó conmocionado. Este Búho no olvida su niñez, cuando ir a una pollería o a un chifa era todo un acontecimiento. Para empezar, había pocas pollerías. Me acuerdo que en ‘La carreta’, frente a ‘Scala’ de Alfonso Ugarte, donde hoy está ‘Metro’, te daban el pollo en canastas de paja, de entrada un consomé, algo así como ‘un caldo concentrado de pollo’ y después de comer, una bandeja con agua hervida y limón, para que te laves las manos, porque el pollo se comía con las manos. Ni qué decir de ‘El Rancho’, al que llegábamos a la ‘muerte de Obispo’.
Mi abuelo invitaba a toda la familia a los chifas de la calle Capón . Los chibolos nos extasiábamos con los acuarios, las carpas gigantes. Había reservados. ¿Quién te iba a robar? Nadie, uno comía con gusto. Hoy, los padres ya tienen miedo de llevar a sus hijos a una pollería, un chifa o pizzería. Los hampones están atentando no solo contra la integridad de los comensales, sino también contra los trabajadores, pues muchos establecimientos a los que han robado no una, sino dos y hasta tres veces, optan por cambiar de rubro, dejando a muchos empleados en la calle.
Felizmente, el gobierno del comandante ya se va y espero que el próximo mandatario ponga como prioridad número uno la seguridad ciudadana. Por ejemplo, para tipos como el ‘Gordo Ángel’, cadena perpetua, como en Estados Unidos. Solo así los choros lo van a pensar mil veces a la hora de apretar el gatillo. Apago el televisor.
Si te interesó lo que acabas de leer, puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter, y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.