El Chato Matta llegó al restaurante por un poderoso caldo de choros y una chita sudada con verduritas orientales y su porción de arrocito blanco. “María, la semana pasada te conté que el gran Pancholón me invitó a una casa de playa espectacular donde estuvo escondido por Semana Santa, pero el gordito no puede con su genio y se dio una escapada con su psicóloga. Lo malo es que se pasó de tragos, entró en demencia y llegó con tremendos chupetones en el cuello y pecho. ‘Pancho le dijo su mujer muy seria nunca vas a cambiar, si entras a una iglesia, el cura se enferma o se cae el techo. Ya no tienes remedio. Ni la Biblia ni los sermones te van a cambiar, ¡¡tú lo que necesitas es un brujo!!’. Estaba tan movido que dejé que pararan un taxi y me llevaran donde un viejo por un cerro de Carabayllo. Cuentan que era el mismo tío que le hizo un amarre al ‘Rey de los cueros’ a pedido de una chibola rubia. Allí, el espiritista, ni bien me vio, me miró mal y empezó a escupirme por todo el cuerpo un brebaje que olía igualito que los baños de esas discotecas ‘pacharacas’ de la avenida La Marina donde hay chicas del cuento. ‘¡¡Sal Satanás, sal de este cuerpo infiel. Largo, Belzebú. Largo Lucifer, fuera diablo!!’ Me sentía mareado y sin fuerzas. Fue allí cuando me hicieron tomar un líquido que parecía aceite de ricino y entré en trance. Veía todo nublado. El brujo me decía: Pancholón, el diablo se ha apoderado de ti, grita: ¡No voy a desear a mujer ajena! Chato, te lo juro que quería mentir, pero los escupitajos del cholón surtían efecto. ‘Sí, nunca me puedo controlar. Hasta partí a mi viejito con su trampa, a mis amigos como el doctor Chotillo, le arranché al amor de su vida, la guapa ‘burrier’.
Mi táctica es simple. Una sacada de lengüita, una mordidita de orejita y ponerle entre sus piernas mi tarjeta de abogado que no cobra la consulta. El espiritista nuevamente me preguntó: Pancho, los mandamientos son sagrados. Uno de los más importantes es ¡¡No mentir!! ¡¡Habla Pancholón, confiesa pecador, filisteo. Hijo de Satán!! ‘¡Síiii!, grité. Toda mi vida es una mentira. Engañé hasta a mi primera esposa el mismo día de mi boda’. ¡¡Este hombre necesita un exorcismo, son 200 soles más!!, y se puso a hacer contorsiones como el clásico filme de la cachetona Linda Blair, ‘El exorcista’. Chatito, nunca había vivido una Semana Santa más terrible que la de este año. El brujo se recuperó y volvió a la carga: ¡¡Confiesa tus traiciones!! ‘Sí, acabo de tener una encerrona con la psicóloga. Ella me secuestró y siempre me dice: Panchito, este secreto que tienes conmigo nadie lo sabrá. No puedo controlarme, cada vez que veo a una mujer, la quiero poseer, hacerla mía’. Chato, dijo Pancholón, ¡¡el brujo volvió a ponerse en trance!! En eso, la cara se me comenzó a poner roja. El brebaje me había provocado una tremenda intoxicación. Me llevaron en ambulancia hasta una clínica. Fue la peor Semana Santa de mi vida”. Pucha, ese señor Pancholón no tiene remedio. Nunca va a cambiar. Al final se va a quedar viejo y solo por infiel. Me voy, cuídense.
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