Este Búho postergó esta columna por la muerte del entrañable actor Ricky Tosso. Pero creo que no hubo una noticia más importante en el país, en aquellos convulsionados años de 1980 a 1992, que la captura de Abimael Guzmán, aquel glorioso 12 de setiembre de 1992. ¡Han pasado veinticuatro años!, pero parece que fue ayer. El Perú entero dio gracias a Dios y estalló en júbilo, cuando los flashes informativos anunciaban que en la urbanización ‘La Calera’, en un confortable chalet, había caído el responsable del mayor genocidio ocurrido en toda América.
La organización terrorista que lideraba Abimael Guzmán le declaró la guerra al Estado peruano y, mediante el terrorismo, los asesinatos masivos o selectivos, coches bomba y atentados contra entidades públicas, causó la muerte de más de cincuenta mil peruanos. El culpable de todo aquello, el que encendió la pradera, fue el ‘Camarada Gonzalo’, el ‘Cachetón’, como lo llamaban los valerosos policías de inteligencia del GEIN, quienes realizaron un meticuloso plan para capturarlo del que no estaban informados Vladimiro Montesinos ni el presidente Alberto Fujimori.
Este Búho tampoco olvidará jamás lo que nos tocó vivir aquellos doce años de terrorismo. Fernando Belaunde, el mismo día que ganó las elecciones, recibió la declaratoria de guerra del terrorismo senderista, que asaltó un pueblo ayacuchano, Chuschi, y quemó las ánforas proclamando presidente al ‘Camarada Gonzalo’. El Perú que vivimos los jóvenes en aquellos años ochenta era terrible. En materia económica los servicios básicos colapsaban. La empresa de teléfonos estatal no colocaba líneas a los hogares, había teléfonos públicos con fichas ‘rin’ y los usuarios tenían que hacer colas como las del Metropolitano para hablar solo tres minutos.
Los micros eran latas de sardinas con puros mañosos y rateros. No había vías rápidas, ni Metropolitano, ni Metro y los choferes reclamaban haciendo paros para subir el pasaje universitario. No había pan ni leche evaporada, el gobierno de Alan ‘solucionó’ el problema con bolsitas de leche en polvo para que tomemos leche aguada y sacó un ‘pan popular’ que le decían ‘pan de pastrulo’: ‘porque sale a las seis y a las ocho ya está duro’. Las universidades nacionales y los colegios estatales paralizaban cada tres meses por huelgas.
Sendero se aprovechaba de eso para su prédica destructiva. Varios compañeros con los que estudié en San Marcos se volvieron senderistas y murieron intentando volar torres de alta tensión o en la cárcel. No fue fácil para nosotros oponernos a los terroristas. Y el país tenía que convivir con los asesinatos callejeros de policías, de políticos, militares, de dirigentes populares como María Elena Moyano, con coches bomba como el de Tarata, en Miraflores, los apagones hasta en Año Nuevo, y las terribles matanzas de campesinos como las de Lucanamarca o Soras.
No, los niños y jóvenes de ayer, que hoy frisan la base cuatro y cinco, nunca olvidaremos lo malditos que fueron Abimael Guzmán y sus huestes. Pero nos preocupa que los jóvenes de hoy, que han tenido la suerte de nacer en un país sin terrorismo, que tienen las comodidades de la TV con cable, celular, tablet, Laptop, que se movilizan en Metropolitano y Metro, que estudian sin huelgas eternas, no conozcan la historia terrible que engloba a Abimael. En una encuesta callejera, cuando preguntaban a universitarios ¿quién fue Abimael Guzmán?, algunos respondían: ‘es filósofo’, ‘doctor’, ‘líder de un partido político’.
¡¡Por favor!! Han pasado veinticuatro años, está bien, pero pienso que los padres, en primer lugar, tienen el deber de informar a sus hijos lo que significaron Sendero Luminoso y Guzmán para el país. Segundo, las currículas de los colegios deberían tener capítulos específicos sobre lo traumático que significó para el Perú el terrorismo, con videos incluidos. De un país que no conoce su historia, no se puede esperar que tenga un buen porvenir. Apago el televisor.
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