Cuando Gerda Cole tuvo su primera hija en 1942 no dudó ni un segundo en buscarle una mejor calidad de vida. La segunda guerra mundial había estallado y la cacería de judíos por parte de los nazis se acrecentaba en Europa.
Gerda tan solo tenía 18 años cuando huyó a Inglaterra como parte del grupo de refugiados que viajaron desde Austria, perseguidos por los alemanes. Parece irónico, pero, estando en el Reino Unido entregó a la pequeña Sonya a una familia alemana, residente en ese país.
“Sentí que era justo para ella”, dijo la mujer, que ahora tiene 98 años. En ese entonces no podía permitirse el lujo de cuidar a un hijo por su cuenta. “Si hubiera estado en una mejor posición, lo habría intentado”, agregó durante una entrevista recogida por The Washington Post, desde su casa de reposo en Toronto, Canadá.
Ochenta años después de haberse separado, Gerda se reencontró con su primogénita Sonya Grist, de 79 años, que viajó desde Inglaterra a Canadá para reencontrarse con su madre y celebrar juntas su cumpleaños número 98.
Una inesperada coincidencia
Sonya no tenía planificado reencontrarse con su madre biológica. Nunca tuvo contacto con ella desde que se separaron y no sabía si aun estaba viva. Fue el hijo de esta mujer, Stephen Grist, quien descubrió que su abuela estaba viva y a miles de kilómetros de Inglaterra.
Stephen trataba de verificar sus raíces austriacas para obtener la ciudadanía europea, ya que estaba considerando dejar su país. “Lo estaba viendo desde una perspectiva muy transaccional”, dijo el hombre de 55 años.
“Pasaba una hora por noche recorriendo estas madrigueras de conejo y encontrando información notable en el camino”, dijo Grist, quien buscaba en varios portales genealógicos información sobre su ascendencia.
El hombre sabía los nombres de sus abuelos, quienes estaban inscritos en el certificado de nacimiento de su madre, junto con sus fechas aproximadas de nacimiento. Stephen también descubrió información sobre el padre de su madre Sonya, quien falleció en Inglaterra en 2001.
Pero intentaba buscar el certificado de defunción de Cole, sin embargo, no tuvo éxito.
De casualidad, Stephen encontró en Facebook a un familiar de Cole, quien se presentó como el hijastro de la mujer, de su tercer matrimonio. Le explicó que necesitaba una copia del certificado de defunción de Cole. El hijastro respondió: “No vas a encontrar su certificado de defunción, porque todavía está viva”.
Grist quedó sorprendido. “Nunca se nos había ocurrido que mi abuela todavía estaría viva”, dijo.
El hombre le dio la noticia a su madre, pero esperó unas dos semanas antes de encontrar el momento adecuado.
“Mi primera reacción fue que quería ir a verla”, dijo Sonya Grist, dijo al medio estadounidense. Estaba muy ansiosa por conocer a su madre biológica, pero no sabía si ella quería hacerlo.
El reencuentro
La reunión del tan esperando encuentro se dio para mayo, fecha en la que coincidía el día de las madres y el cumpleaños 98 de Cole.
El 6 de mayo, Sonya viajó de Londres a Toronto con su hijo. Al día siguiente fueron a encontrarse con Cole en Revera Kennedy Lodge Long Term Care Home, la casa de reposo donde se encuentra la anciana. El personal allí jugó un papel decisivo en la planificación de la reunión.
“Revera tuvo el honor de ser la anfitriona de la fiesta de cumpleaños número 98 de Gerda Cole y ser testigo de su hermoso reencuentro con su hija y su nieto. Fue una celebración conmovedora de la vida, el amor y el espíritu humano”, dijo Wendy Gilmour, vicepresidenta sénior de atención a largo plazo de Revera.
Cuando Sonya entró a la habitación estuvo temblando. “Se me hizo un nudo en el estómago”, dijo. “Fue un poco impactante”.
Pero cuando se abrazaron por primera vez en 80 años, “hubo un vínculo inmediato”, dijo. “Todavía no he bajado a la tierra”. Ambas pasaron el fin de semana juntas y hablaron de lo que había sido sus vidas en todo este tiempo.
“Cometí tantos errores y, sin embargo, ella me buscó y me encontró”, dijo Cole. “Fue increíble.”
Por su parte, Sonya comprendió “completamente por qué me abandonó”, dijo. “No guardo malicia, ni rencores, ni nada”.