Los viajeros caminan cerca de un tablón de anuncios de vuelos electrónicos que muestra vuelos cancelados en el Aeropuerto Internacional OR Tambo en Johannesburgo, luego de que varios países prohibieran los vuelos desde Sudáfrica tras el descubrimiento de una nueva variante Ómicron de Covid-19. (Foto: Phill Magakoe / AFP)
Los viajeros caminan cerca de un tablón de anuncios de vuelos electrónicos que muestra vuelos cancelados en el Aeropuerto Internacional OR Tambo en Johannesburgo, luego de que varios países prohibieran los vuelos desde Sudáfrica tras el descubrimiento de una nueva variante Ómicron de Covid-19. (Foto: Phill Magakoe / AFP)

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Con la mirada empañada, entre frustración y alivio, Valérie Leduc deja el mostrador en el aeropuerto de Johanesburgo con la esperada y cotizada plaza en un vuelo de vuelta a Bélgica, vía Adís Abeba (capital de Etiopía), dentro de tres días.

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Los turistas en Sudáfrica, ansiosos por volver a casa, se esfuerzan por encontrar la fórmula para eludir las restricciones que caen en cascada tras el descubrimiento anunciado el jueves de una nueva y aterradora variante del COVID-19, bautizada ómicron.

Esta belga, de 30 años, se sienta en un café en la terminal de aeropuerto con su amigo Sander Verstraelen y repasa sus últimas 24 horas, ultra estresantes. “Nos sentíamos como criminales”, cuenta la joven a la AFP.

Su vuelo inicial a Amberes transitaba por Zúrich, pero Suiza cerró sus puertas a todos los no ciudadanos procedentes de Sudáfrica, incluso por correspondencia.

Los nuevos boletos de avión le costaron mil euros cada uno.

En el café, delante de un capuchino que se enfría, otros tratan frenéticamente de ponerse en contacto con sus consulados o agencias de viajes. Intercambian anécdotas y números de teléfonos. Muchos transitarán por otros países africanos, como Etiopía o la República Democrática del Congo, que aún no condenaron a Sudáfrica, haciendo malabarismos entre exigencias complejas y pruebas PCR de último minuto.

Caos total

Muchos europeos hacen cola para registrarse en un vuelo de la tarde a Adís Abeba. “Al principio intentamos cambiar nuestro billete, pero no era posible”, cuenta Laura Herde, estudiante berlinesa que se disponía a salir de excursión con amigos cuando se enteró del cierre de las fronteras una tras otra. “Tuvimos que comprar otros boletos y elegimos partir en el primer vuelo posible”, explica la joven de 25 años.

Un grupo de geólogos alemanes espera delante de una tienda donde se realizan pruebas anticovid. Segundo PCR en dos días. No equipado para tal afluencia, el centro se quedó sin tinta y por lo tanto sin datos. “No pueden imprimir nuestros resultados ni enviarnos un correo electrónico”, señala Robert Giebel, de 36 años, exasperado. “Ahora necesitamos una prueba PCR de menos de 24 horas”, cuando hace unos días bastaba con un certificado de vacunación.

Sus amigos no paran de leer las actualizaciones de los sitios de noticias y del gobierno alemán en sus teléfonos móviles, para escrutar la menor evolución de las restricciones. ¿Tendrán que aislarse en cuarentena en un hotel o simplemente en casa? “Es una locura”, comenta Ole Schroeder, 32 años. “Lo que entendemos por el momento es que todo depende de la ciudad (de Alemania) donde aterrizas. Pero al menos podemos volver a casa”, añade.

En otra cola, una sudafricana de 26 años frunce el ceño, visiblemente disgustada. Nica Kruger ha estado en el aeropuerto desde el amanecer e intenta por todos los medios reunirse con su pareja en Dubai antes de que sea imposible.

Pero los vuelos del día están llenos. “Es un desastre total”, clama con lágrimas en la voz. “Ethiopian Air, Kenya Air, Mauritius Air, pregunté a todas las empresas y no hay plazas...”.

Fuente: AFP

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