Los pediatras deben estar más atentos que nunca. Un estudio revela que semanas después de infectarse con la COVID-19, menores pueden verse afectados con el Síndrome inflamatorio multisistémico (MIS-C).
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El estudio de casos más grande hasta ahora en Estados Unidos apunta a que varios niños y adolescentes que desarrollaron el síndrome inflamatorio, que puede manifestarse varias semanas después de contraer el coronavirus, nunca tuvieron los síntomas clásicos de COVID-19 al momento de su infección.
Esta investigación, dirigida por expertos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), encontró que en más de 1000 casos en los que se disponía de información sobre si se habían enfermado por su COVID-19 inicial, el 75% de los pacientes no experimentaron tales síntomas.
No obstante, de dos a cinco semanas después, se enfermaron lo suficiente como para ser hospitalizados por la afección, llamada síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico (MIS-C, por su sigla en inglés), que puede afectar diversos órganos, especialmente el corazón.
El prestigioso periódico The New York Times (NYT) sostiene que el estudio, publicado el 6 de abril en JAMA Pediatrics, reveló que “se cree que la mayoría de las enfermedades MIS-C son el resultado de casos leves o asintomáticos de COVID-19” seguidos de una respuesta hiperinflamatoria que parece ocurrir cuando los cuerpos de los pacientes han producido su nivel máximo de anticuerpos contra el virus.
Sin embargo, los expertos aún no saben por qué algunos jóvenes, y una cantidad menor de adultos, responden de esta manera.
“Eso significa que los pediatras de atención primaria deben tener un alto índice de sospecha de esto porque la COVID-19 es muy frecuente en la sociedad y los niños a menudo tienen una enfermedad asintomática en su infección inicial de COVID”, afirmó Jennifer Blumenthal, intensivista pediátrica y especialista en enfermedades infecciosas pediátricas del Hospital para Niños de Boston, quien no estuvo involucrada en el estudio.
Los investigadores evaluaron 1733 de los 2090 casos del síndrome en personas de 20 años o menos que habían sido reportados a los CDC hasta enero.
Según NYT, los resultados muestran que, aunque el síndrome es poco común, puede ser grave. Los datos de los CDC solo incluyeron pacientes que fueron hospitalizados. Más del 90% de estas personas jóvenes experimentaron síntomas que involucraron al menos cuatro sistemas de órganos y el 58% necesitó tratamiento en unidades de cuidados intensivos.
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Muchos experimentaron problemas cardíacos importantes: más de la mitad desarrolló baja presión arterial, el 37% desarrolló choque cardiogénico y el 31% experimentó una disfunción cardíaca relacionada con la incapacidad del corazón para bombear de forma adecuada.
El estudio afirmó que un porcentaje significativamente mayor de pacientes que no habían tenido síntomas de COVID-19 experimentaron estos problemas cardíacos, en comparación con aquellos que sí tuvieron síntomas iniciales de coronavirus. Un porcentaje mayor de pacientes que al principio fueron asintomáticos también terminaron en unidades de cuidados intensivos (UCI).
“Incluso la gran mayoría de los niños con casos graves de MIS-C que estuvieron en la UCI, no tuvieron una enfermedad previa que pudieran reconocer”, afirmó Roberta DeBiasi, jefa del departamento de enfermedades infecciosas del Children’s National Hospital en Washington D. C., quien tampoco participó en la investigación.
De otro lado, el estudio proporcionó la imagen demográfica y geográfica más detallada del síndrome hasta la fecha. Alrededor del 34% de los pacientes eran negros y el 37% eran hispanos, lo que refleja la forma en que el coronavirus ha afectado desproporcionadamente a los miembros de esas comunidades.
A medida que avanzaba la pandemia, escribieron los autores, aumentó la proporción de pacientes de raza blanca, que representaban el 20% de todos los casos. Las personas de origen asiático representaban poco más del uno por ciento de los pacientes.
Jennifer Blumenthal aseveró que el patrón geográfico podría reflejar que la “comprensión de las complicaciones de la enfermedad” no había alcanzado su prevalencia en las distintas regiones o que muchos estados con tasas más bajas de MIS-C tienen poblaciones menos diversas étnicamente.
“También podría tratarse de algo relacionado con la propia COVID, aunque no lo sabemos. En este momento, no sabemos nada sobre cómo las variantes afectan necesariamente a los niños”, aseveró la pediatra.
El estudio representó solo los criterios más estrictos sobre MIS-C, al excluir unos 350 casos notificados que cumplían la definición del síndrome de los CDC pero tenían una prueba de anticuerpos negativa o presentaban principalmente síntomas respiratorios.
Asimismo, también hubo muchos casos probables de MIS-C que no se comunican a los CDC porque no cumplen todos los criterios oficiales.
Finalmente, Roberta DeBiasi indicó que, si una comunidad ha experimentado un aumento reciente de coronavirus, entonces “solo porque el niño diga: ‘Nunca he tenido COVID o mis padres nunca lo han tenido’, eso no significa que el niño que tienes delante no tenga MIS-C”. “Si tu ciudad tiene COVID, prepárate”, concluyó la experta.