Lo que empezó como un simple juego terminó siendo el peor de los accidentes. Jaco Nel es un doctor británico que tiene un coker spaniel y siempre estaba acostumbrado a jugar un poco tosco hasta que un zarpazo del perro le terminó provocando una supuesta herida sin importancia.
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El arañazo generó un pequeño corte donde logró salir un poco de sangre y después fue lamida por el animal como una señal de “arrepentimiento” por el dolor causado a su dueño.
“Habíamos estado jugando un poco duro y me cortó la mano. Era un corte diminuto. Lo limpié y me olvidé de él. Nunca tuve más problemas con ese corte ni nada”, relató Jaco en una entrevista con la BBC, en 2016.
El médico empezó a desarrollar una sintomatología muy preocupante que alertó a su esposa: problemas de dicción y extraños moretones en diferentes partes de su cuerpo. Estaba presentando una septicemia a consecuencia de la saliva de su perro, pero él no lo sabía.
“La parte más difícil de mi recuperación ha sido tener que aceptar que ahora estoy desfigurado y que no hay nada que pueda hacer al respecto”, dijo.
El inicio de la pesadilla
Según relata, los primeros días estuvo presentando fiebre y síntomas relacionados con la gripe hasta que una noche decidió dormir temprano pensando que todo mejoraría al amanecer, pero fue todo lo contrario: despertó mareado y aturdido.
Lo siguiente que recuerda es que cayó al piso y su esposa intentaba hacerlo reaccionar. Es un “estado terrible”, describió Jaco Nel, agregando que estuvo en una ambulancia y después siendo ingresado a la unidad de cuidados intensivos (UCI) para que estudien su caso.
“Estaba tirado en el hospital, mirándome las piernas y los dedos negros y gangrenosos. Supe que lo iba a perder todo. Me di cuenta de que el tejido estaba muerto. A pesar de que los médicos lo habían minimizado, sabía lo grave que era”, recordó tras pasar cinco días en coma inducido.
Las consecuencias de la enfermedad provocaron que sus riñones fallen y que deba someterse a diálisis por dos meses. Asimismo, perdió sus piernas desde las rodillas para abajo, los dedos de una de sus manos, la punta de su nariz y sus labios quedaron con cicatrices.
Su tonalidad de piel también sufrió un severo cambio por los problemas de coagulación en la sangre que sufría.
“Me cuesta hablar y también tengo dificultades para comer, aunque ahora las sobrellevo mejor (…) Estuve muy muy cerca de morir”, detalló a la BBC sobre la terrible experiencia que vivió en 2016 mientras jugaba con su perro en el jardín de su casa.
“Hubo momentos en los que me sentí muy enojado y lo culpé a mi perro. Pero eso no servía para evitar estar triste. La bacteria fue simplemente mala suerte”, agregó.