Houston. [AFP]. Desde que vio las imágenes de George Floyd, su viejo amigo de la secundaria, asfixiado por la rodilla de un policía, Mallory Jackson dice que no ha podido comer ni dormir demasiado.
Jackson conoció a Floyd, el afroestadounidense muerto el 25 de mayo en Minneapolis a manos de un agente de policía blanco, en una escuela secundaria del Tercer Distrito de Houston, en Texas. Lo recuerda como un gran deportista, gracioso y amable.
“Ves que un amigo tuyo sale en la televisión por todas las razones equivocadas y sabes que no lo verás nunca más”, dice Jackson, de 44 años, quien lleva una camiseta roja con una inscripción del nombre de Floyd y de sus últimas palabras: “I can’t breathe” (“No puedo respirar”).
Floyd, cuya muerte encendió protestas a lo largo y ancho de Estados Unidos y también en otras partes del mundo, se crió en Houston en un barrio de población mayoritariamente negra, donde era conocido por sus notables aptitudes como atleta y por cuidar de los más chicos.
Jackson y Floyd se conocieron en una clase de Inglés, donde comenzaron de forma espontánea tocar música juntos.
“Estábamos en clase haciendo ritmos y qué se yo qué más, y yo estaba golpeando el escritorio y él empezó a improvisar, y paré y él me dijo ‘No, no, dale otra vez’ y yo empecé a tocar”, recuerda Jackson.
En el patio del Jack Yates High School, donde estudiaron juntos, Mallory recuerda también a Floyd como un “bromista”, con una presencia física imponente, que utilizaba para proteger a los más jóvenes y no para intimidarlos.
“Siempre estaba en ese papel de hermano mayor”, dice Jackson.
“Amaba al Tercer Distrito”, agrega Jackson. “Incluso se fue (del barrio) por una oportunidad mejor para poder demostrarle a los demás, ‘ey, yo puedo irme y que me vaya bien, tú también puedes hacerlo’. No tienes por qué quedarte sentado en un solo lugar”.
En 2015, el 60% de la población del Tercer Distrito de Houston era afroestadounidense, contra 23% en el resto de la ciudad, según datos del último censo.
En la última semana, multitudes se han estado reuniendo alrededor de la escuela secundaria para recordar a Floyd.
Cerca de allí, pintaron un mural que lo muestra con alas de ángel, y un epitafio: “Por siempre respirando en nuestros corazones”.
El niño que quería ser juez
Para Redick Edwards IV, quien conoció a Floyd en una cancha de básquetbol, el verano previo a comenzar la secundaria, George se destacaba por su tamaño y su velocidad.
“Yo admiraba su estilo de juego, tú sabes, con esa altura y poder ser tan ágil y definitivamente un gran atleta”, dice de su amigo de la infancia, que era dos años mayor que él y que lo ayudó a ganar la confianza que precisaba para jugar mejor.
Edwards se enteró de la muerte de su amigo mientras miraba las noticias en la televisión, durante la cena, acompañado de su hijo de nueve años.
“Mi hijo me preguntó: ‘¿Por qué le está haciendo eso si ya tiene puestas las esposas y está en el piso?’”, dice Edwards, un técnico de diálisis que además es actor.
Aunque dice que se siente “enojado” y “herido”, considera que “es bastante alucinante para alguien de orígenes humildes (...) que ahora todo el mundo sabe su nombre y sabe la injusticia que sufrió”.
Para Edwards, que “una persona haya encendido tanta conversación y unidad entre la gente”, es una maravilla.
“Estoy sufriendo”, dice, “pero no voy a dejar que una emoción negativa secuestre una visión mayor de lo que se precisa ahora en el después de su brutal y agonizante muerte”.
Según una las primeras maestras de Floyd, Waynel Sexton, el ideal de una justicia igual para todas las personas motivaba a un jovencísimo Floyd.
En sus archivos encontró un breve texto acompañado de ilustraciones que su hoy fallecido exalumno realizó alrededor de los siete años, en el segundo grado, inspirado por Thurgood Marshall, el primer negro en convertirse en juez de la Suprema Corte de Estados Unidos.
Floyd también aspiraba a integrar algún día el máximo tribunal de país. “'Cuando la gente diga, ‘Su señoría, él ha robado el banco’, yo diré ‘Siéntese’. Y si no lo hace, le diré al guardia que lo lleve afuera”, lee Sexton de las palabras escritas por Floyd, para un trabajo sobre el Mes de la Historia Negra.
“'Entonces golpearé mi martillo en el escritorio, y entonces todos se callarán'”.