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Gracias al abandono estatal, el colombiano (ELN) se ha convertido en la autoridad en extensas zonas del estado noroccidental de Zulia, donde ha impuesto sus propias reglas. Aunque el interés del ELN es realizar actividades delictivas con una impunidad que ahora es más difícil en Colombia, muchos pobladores de han encontrado cierta estabilidad en la llegada de la guerrilla.

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Un reportaje de The New York Times (NYT) exploró las condiciones de vida en la parte venezolana de la península de la Guajira, en territorio de Zulia. Allí, entrevistó a miembros de la comunidad indígena de los wayuus. “[Los insurgentes] son los que aquí trajeron la estabilidad. Trajeron paz”, dijo Ober Hernández, un líder indígena, al medio estadounidense.

De acuerdo con el periódico, el precipitado colapso económico de Venezuela —resultado de años de mala gestión gubernamental, seguido de devastadoras sanciones estadounidenses contra el régimen de Nicolás Maduro— desencadenó una guerra en la península entre grupos criminales por el control de las rutas de contrabando hacia Colombia, dijeron los residentes.

Durante dos años, buena parte de la violencia recayó en el pueblo indígena wayuu. Clanes enteros se convirtieron en objetivos. Magaly Báez, indígena de la localidad de Guarero, dijo que 10 de sus parientes fueron asesinados y que todo su pueblo, situado en una importante ruta de tráfico de gasolina, fue demolido. La mayoría de los habitantes huyeron a Colombia.

Hemos sufrido hambre, humillación, escuchando todo el día que los niños lloran: ‘Mami, ¿Cuándo vamos a comer?’”, dijo Báez a NYT.

Una paz con precio

El año pasado, el ELN apareció y empezó a ofrecer ayuda a los wayuus. Organizado y bien armado, el ELN desplazó rápidamente a las bandas locales que aterrorizaban a los pueblos. Los guerrilleros impusieron duras penas por robo y cuatrerismo, mediaron en las disputas por la tierra, transportaron agua potable en camiones, ofrecieron suministros médicos básicos e investigaron los asesinatos de una manera que el Estado nunca hizo, dijeron los residentes al medio estadounidense.

Obviamente, el ELN tiene sus propios intereses. La guerrilla se ha hecho cargo de las rutas de contrabando y narcotráfico de la zona. También comenzó a cobrar impuestos a los comerciantes y ganaderos.

Además, con el ELN, otros grupos subversivos colombianos se han establecido en Venezuela. A fines de marzo, esto fue más evidente cuando estallaron conflictos en el también fronterizo estado de Apure, donde dos facciones rivales de disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se estarían enfrentado por el control del territorio.

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