“¡Qué país de mierda!”, grita una mujer ante el cadáver de un hombre, muerto durante un bombardeo en un barrio residencial en Chuguev, en el este de Ucrania, uno de los primeros objetivos de la invasión militar lanzada por Rusia en la madrugada de este jueves.
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Cerca del cadáver está postrado su hijo, que llora. “Le había dicho que nos fuésemos”, repite incansablemente el treintañero, junto a los restos calcinados de un viejo vehículo de la marca Lada.
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El misil ha dejado un cráter de 4 a 5 metros de diámetro entre dos inmuebles de cinco pisos que quedaron totalmente destruidos y donde los bomberos tratan de extinguir las últimas llamas.
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Numerosos edificios más alejados del impacto han quedado gravemente afectados, con ventanas rotas cuyos marcos cuelgan en el vacío.
En esta ciudad a 30 kilómetros de Járkov, la segunda urbe de Ucrania, los bombardeos rusos resonaron durante parte de la noche.
La policía no difundió un balance de daños pero, por la mañana, estos parecían considerables. Cuatro edificios quedaron completamente destruidos. Sobre ellos se levantaba una espesa columna de humo negro visible desde lejos.
Serguéi, de 67 años, que ha sufrido algunas contusiones durante los bombardeos, intenta tapar las ventanas de la planta baja de su apartamento con una mesa.
“Me quedaré aquí. Mi hija está en Kiev y allí es parecido”, asegura este ucraniano, en referencia a las explosiones registradas durante la mañana en las principales ciudades del país, incluida la capital.
Según él, el misil estaba dirigido al aeropuerto militar próximo. “Formaba parte de los objetivos que Putin había citado, ni siquiera me sorprendió”, continúa.
“Defender mi patria”
El ejército ruso afirmó el jueves haber destruido los sistemas de defensa antiaérea y haber dejado “fuera de servicio” las bases aéreas ucranianas. También indicó que “la población civil no tiene nada que temer”, si bien Kiev informó de una decena de civiles fallecidos.
La amenaza no llega solo del cielo. La guardia fronteriza ucraniana anunció incursiones terrestres rusas desde varios puntos, también desde el este, en la región separatista de Lugansk.
La población local, curtida por ocho años de conflicto armado con rebeldes prorrusos, tiene claro que debe hacer ante este escenario.
“Si continúan bombardeándonos, voy a encontrar armas y a defender mi patria, poco importa si tengo 62 años”, asegura Vladimir Levashov, habitante de Chuguev.
“Y eso que soy ruso. Pero si se mira la historia, si se lee libros, ya hace 300 o 400 años era la misma cosa. Los rusos son saqueadores”, se indigna.
El ejército ucraniano es omnipresente en las principales carreteras del este. Entre Kramatorsk y Járkov, está detenido un convoy de vehículos con la bandera amarilla y azul de Ucrania.
A 300 km de allí, en Mariúpol, potentes explosiones sacudieron la principal ciudad portuaria en el este del país, relativamente a salvo de las hostilidades de las últimas semanas.
En esa zona, cercana a la línea del frente, empiezan las evacuaciones de población civil en aldeas como Zoloty y Gorsky. “Llevaremos a la población a la estación de trenes más próxima”, dice Alexéi Babchenko, portavoz de la defensa civil.
Más lejos, en el municipio de Novotoshkovka, la evacuación ya no es posible. Horas después del inicio del ataque, los disparos de artillería rusos son demasiado intensos y las comunicaciones complicadas.
“La ofensiva está en marcha sobre toda la línea de demarcación en las regiones de Lugansk y Donetsk”, declaró Babchenko. “Los combates se desarrollan por todos lados”, añadió.
“No podemos recibir todavía informaciones sobre las víctimas, porque no hay comunicación con esta zona”, señaló.
Fuente: AFP