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Cuatro años y ocho meses de secuestro padeció la monja Gloria Cecilia Narváez. Pero no en su país, tradicionalmente castigado por este flagelo, sino en a manos de .

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Este sábado terminó el cautiverio poco divulgado de la “Hermana Gloria”, como la llamaban sus conocidos.

El calvario comenzó la noche del 7 de febrero de 2017 en Karangasso, al sur de Malí, cuando cuatro hombres armados irrumpieron en su congregación.

Según narró una correligionaria a la AFP, los hombres querían llevarse a otras dos monjas colombianas más jóvenes, pero Narváez se entregó a los secuestradores en su lugar alegando ser “la superiora”. La raptaron y huyeron en un vehículo de la congregación.

“Es una mujer de una calidad humana especialísima, aterrizada, de altísima calidad humana, sacrificada a morir, movida por el amor a los pobres”, dijo sor Isabel Valencia quien destacó la “valentía” de Narváez.

Oriunda de un país sumido en más de medio siglo de conflicto armado, la hermana Gloria no era ajena a los secuestros. Otra mujer, la franco-colombiana Ingrid Betancourt, se convirtió en símbolo de las miles de víctimas que han sufrido ese flagelo en Colombia.

El secuestro de Narváez fue reivindicado por el grupo yihadista Al Qaeda en un video publicado en la red social Telegram en julio de 2017 y en el cual aparecía con otros rehenes occidentales.

Amistad con Sophie Pétronin

A comienzos de 2018, se conoció un video en el que la religiosa aparece con un chal cristiano en la cabeza, como en todas sus fotos públicas. Narváez le pedía entonces al papa Francisco que interviniera en su liberación y decía que “todos los días” preparaba sus cosas para irse.

Cada tanto la comunidad cristiana de Bamako organizaba misas en su nombre. “Rezamos mucho por su liberación”, dijo a la AFP el arzobispo de Bamako, Jean Zerbo.

Su caso tuvo menor eco que el de otros rehenes occidentales en Malí, como el de la activista humanitaria francesa Sophie Pétronin.

A finales de 2020 cuando Pétronin fue liberada tras cuatro años de cautiverio, se supo que había compartido campamento con la colombiana con quien tejió una amistad.

Pero con el tiempo Narváez parecía cada vez más “perdida en su interior”, relató el periodista Anthony Fouchard en un trabajo dedicado a Pétronin.

Al comienzo de su cautiverio la hermana Gloria tenía los pies encadenados, según el reportero, y estaba “traumatizada”. Pétronin la describió como debilitada.

A comienzos de este año el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) hizo llegar a su familia una carta de once líneas escritas con su puño y letra como prueba de vida. “Recen mucho por mí. Dios los guarde. Espero que Dios me ayude a recuperar mi libertad”, anotó.

En fotos divulgadas la noche del sábado por la presidencia de Malí, la religiosa de tez morena luce sonriente, vestida con un chal amarillo.

“Se la ve bien”, comentó a la AFP su hermano Édgar quien se dijo “muy emocionado”.

La madre de la religiosa falleció en septiembre de 2020 esperando la liberación de su hija.

Doce años en África

La hermana Gloria, de 59 años, trabajó durante seis como misionera en la parroquia de Karangasso, una pequeña localidad a 400 km de Bamako. El secuestro truncó su última misión.

A principios de 2017, el norte y el centro de Malí eran las principales áreas de acción de grupos yihadistas vinculados a Al Qaeda o al grupo Estado Islámico, pero la región de Sikasso estaba bastante a salvo. Hoy, en cambio, es escenario de numerosos ataques.

Originaria del departamento de Nariño, al suroeste de Colombia, integraba la congregación suiza de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, nacida en 1893 en Colombia y con presencia en 17 países.

La hermana Gloria había “dado sus primeros pasos como misionera en el sur de México, en Apatzingán”, antes de ser enviada a Boukoumbé, Benín, donde sirvió seis años como educadora, según la agencia vaticana de noticias Fides.

Fuente: AFP

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