Ligeros de equipaje, Sebastián Morón y su padre, Mauricio, se apresuran en pasar los controles del aeropuerto de Lima para volar a Estados Unidos, la tierra prometida de las vacunas contra la COVID-19 para miles de peruanos que no quieren esperar a que les toque su turno en Perú.
“Yo tengo 23 años y voy a ser uno de los últimos acá. Con la inestabilidad política no sabemos si nos va a tocar este año”, expresa a Efe Sebastián, poco antes de despegar hacia Houston (Texas), donde él y su padre ya tienen cita para vacunarse.
En ese mismo vuelo viaja Milga Ramírez, una mujer de 60 años con residencia en Estados Unidos, que “aprovecha” que le toca viajar para vacunarse “ya de una vez”, porque en Perú no sabe cuándo será su turno, que le correspondería el próximo mes.
Estados Unidos es el gran destino para miles de impacientes y necesariamente adinerados peruanos que prefieren costearse el viaje y adelantar su vacunación, ya que el proceso en Perú está recién tomando velocidad y apenas cuenta con unos 2 millones de vacunados, el 5,4 % de su población.
Frenético auge de viajeros
El aumento de peruanos rumbo a Estados Unidos ha sido abrupto, de 4.229 en febrero a 10.222 en marzo, con un incremento del 137 %, según datos de la Superintendencia Nacional de Migraciones.
En abril, el salto fue mayor, con un promedio de 1.000 viajeros al día, por lo que se estima que en total fueron unos 30.000, aunque el presidente de la Asociación Peruana de Agencias de Viaje y Turismo (Apavit), Ricardo Acosta, habla hasta de 40.000, casi diez veces más que en febrero.
Ese desproporcionado aumento disparó “brutalmente” el precio de los pasajes, porque “los vuelos están ‘full’ y (las aerolíneas) quieren recuperar un poco lo que han perdido”, precisó a Efe Acosta.
Si durante la pandemia unos boletos a Miami costaban entre 500 y 700 dólares, ahora están en más de 1.000 e incluso algunos superan los 4.000 en clase turista.
Tres perfiles de viajeros
De acuerdo con Acosta, hay tres tipos de turistas de vacunas, siendo el más popular el que hace un viaje exprés para inocularse la única dosis que requiere la vacuna de Johnson & Johnson.
En menor medida están quienes optan por vacunas de dos dosis, lo que les obliga a hacer sendos viajes en cuestión de pocas semanas o a quedarse unos 30 días.
Aunque en todos los escenarios la inversión es evidente, Acosta opinó que “vale la pena hacer el esfuerzo” porque, en caso de contagiarse en Perú, el tratamiento puede ser muy costoso.
“En un viaje pueden gastar un promedio de 2.000 dólares, cuando aquí actualmente un balón de oxígeno cuesta 5.000 o 6.000 soles (1.315 o 1.580 dólares) y la recarga entre 1.500 y 2.000 soles (395 y 525 dólares)”, detalla Acosta.
“Peor si uno tiene la desgracia de caer en una clínica particular, donde las cuentas van de 150.000 a 500.000 soles (40.000 a 130.000 dólares)”, agrega.
Vacunas sigilosas
Las vacunas “gringas” son un secreto a voces en Perú, al punto que “Misias pero viajeras”, una pareja de “youtubers” de viajes de bajo coste, hizo un video titulado “Aquí sobran las vacunas” explicando paso a paso cómo realizar el proceso con éxito y con el menor coste posible.
Sin embargo, son pocos los que confiesan su viaje, como Alberto (nombre ficticio), que admitió a Efe que prefiere la discreción porque el “tema se ha politizado mucho por la coyuntura de Perú”, después de que en febrero estallara el “Vacunagate”, un escándalo de vacunaciones secretas e irregulares de altos funcionarios.
Aún así, desde la casa de un familiar suyo en Homestead, a 30 kilómetros de Miami, donde espera recibir la segunda dosis de Pfizer, este peruano de 27 años opinó que no debería causar vergüenza sino “orgullo” porque uno tiene “la oportunidad y los privilegios por los que trabajó la familia”.
Entre los peruanos así vacunados hay caras muy conocidas como las de Hernando De Soto y César Acuña, excandidatos presidenciales que abogaban por que la vacuna en Perú estuviera a cargo del sector privado pero que viajaron a Estados Unidos por una vacuna financiada con dinero público.
No son escasos tampoco los peruanos que, tras vacunarse allí han relajado las medidas de prevención y se han contagiado, pues la vacuna evita hospitalizaciones y muertes, pero no la infección por COVID-19, que han transmitido a sus allegados con consecuencias fatales, narra Acosta.
Un problema mayor en un país donde la inmensa mayoría de la población aún falta por inmunizar.
Fuente: EFE