El caso de Melissa Lucio, encarcelada en un corredor de la muerte en el corazón del Texas rural, ha atraído la atención de numerosas organizaciones, expertos y legisladores, que insisten que las autoridades están a punto de ejecutar con la inyección letal a una madre latina que es inocente de matar a su hija de dos años, porque la niña no fue víctima de un crimen, sino de un accidente.
“Hay pruebas aplastantes de que la condena está basada en un falso testimonio, que no hubo asesinato, que la muerte de Mariah fue un accidente”, dijo a EFE Tivon Schardl, uno de los abogados de Melissa, que ahora cuenta con un grupo importante de letrados que trabajan a contrarreloj para evitar su ejecución, prevista para el 27 de abril.
En 2008, esta mujer de 53 años se convirtió en la primera latina condenada a muerte en Texas tras un juicio en el que la fiscalía arguyó que la acusada mató a su hija de una paliza, mientras que ella afirmaba que la pequeña, que tenía malformaciones en las piernas, se cayó por la larga y vieja escalinata de su casa en la localidad de Harlingen en un momento de descuido, mientras se organizaba una mudanza a otra residencia.
Dos días después, Mariah falleció a consecuencia de una contusión craneoencefálica, que las autoridades atribuyeron a los malos tratos, y que Melisssa alega fue resultado de su caída, una versión que ahora respaldan varios expertos forenses.
Desde su condena, la madre está encarcelada en la cárcel de Mountain View, a las afueras de Gatesville, un pequeño y anodino pueblo en el centro de Texas donde predominan los restaurantes especializados en carnes a la brasa y donde la abundancia de casas de madera destartaladas revelan un nivel económico en la zona muy modesto.
El penal de máxima seguridad está rodeado de dos hileras de verjas altas coronadas de imponentes alambres de espino, porque se trata de la única prisión en el estado de Texas donde permanecen las mujeres condenadas a muerte, que en la actualidad son sólo seis.
Melissa acabó en esa situación, aseguran sus abogados, como resultado de una visión sesgada de la policía desde el primer minuto de su investigación, que llevó después a que los agentes la interrogaran agresivamente durante cinco horas y sin la presencia de un abogado, lo que desembocó en una confesión falsa.
“Se apresuraron mucho en juzgar. La policía se formó una opinión sobre lo que pasó casi de manera inmediata” explicó a EFE la directora de contenciosos especiales de Innocence Project, Vanessa Potkin, otra de las representantes de la acusada, cuyo caso empezó a recibir atención mediática sobre todo tras el documental “The State of Texas vs Melissa”, de Sabrina Van Tassel.
“No hubo una investigación sobre lo que le pasó a Mariah, sino que se centraron en montar un caso contra Melissa”, agregó Potkin, que subrayó que durante el agresivo interrogatorio, la madre dijo más de cien veces que no había matado a su hija.
Después, el médico forense que llevó a cabo la autopsia, quien había sido informado de la confesión de Melissa, tampoco hizo un análisis objetivo, aseguran sus abogados, descuidando los indicios que apuntaban a la posibilidad de un accidente.
“Dos de los interrogadores del caso estaban presentes cuando se le hizo la autopsia a Mariah, y esto tuvo un profundo impacto en el caso porque el forense nunca consideró ninguna otra causa de muerte”, apuntó Potkin, evocando otra de las irregularidades del caso.
En la petición de indulto de Melissa, su equipo de defensa ha acumulado hasta siete opiniones de expertos que apuntan a que el estado de Mariah podía perfectamente deberse a lo que se conoce como “coagulación intravascular diseminada” (CID), que causa moratones por todo el cuerpo como resultado de un traumatismo craneoencefálico, que la niña pudo haber sufrido durante su caída por las escaleras.
“En el juicio de Melissa, un médico forense testificó que sólo había una posible causa de los moratones y las lesiones de su cuerpo, y esa causa era una paliza intencionada, pero ese testimonio fue falso”, concretó Potkin.
A ese “atropello” contra Melissa se sumó luego Peter Gilman, el abogado de oficio asignado para su defensa: no presentó ni un sólo experto para defender el argumento de la madre -como recuerda su actual equipo de defensa-, y tampoco quiso que testificaran varios de sus hijos, que afirmaban haber visto como Mariah se cayó por las escaleras.
La propia Melissa asegura abiertamente que cree que su condición de latina y su posición social afectó a su condena de muerte. En una entrevista con EFE, declaró: “Si yo hubiera sido de otra raza, alguien con dinero, con un título de educación secundaria o una carrera, creo que el jurado hubiera visto las cosas de una forma muy distinta”.