DE TERROR. Con varias ciudades heridas por días de violentas protestas, Estados Unidos inició una nueva semana con vecindarios llenos de escombros, calles urbanas cortadas y una confianza mermada sobre cuándo encontrarán sus gobernantes las respuestas para controlar el caos, en un clima de emociones en carne viva tras la muerte de George Floyd a manos de la Policía de Minneapolis.
Todo colisionó contra un país ya afectado por los más de 100.000 muertos de la pandemia del coronavirus, y un desempleo en niveles inauditos desde la Gran Depresión.
El domingo cerró un accidentado fin de semana en el que las autoridades locales y estatales desplegaron a miles de soldados de la Guardia Nacional, impusieron estrictos toques de queda y cerraron sistemas de transporte público.
Pese a todo, muchas manifestaciones derivaron en violencia cuando los manifestantes arrojaron piedras y bombas incendiarias contra la policía en Filadelfia, encendieron una hoguera cerca de la Casa Blanca y fueron recibidos con gas lacrimógeno y aerosol de pimienta en Austin y otras ciudades. Siete policías de Boston fueron hospitalizados.
En algunas ciudades, los ladrones allanaron tiendas y se llevaron todo lo que pudieron cargar, dejando a los propietarios, muchos de los cuales estaban reabriendo sus negocios tras los cierres por el coronavirus, la tarea de limpiar los cristales rotos.
En otras, la policía intentó rebajar la tensión arrodillándose en solidaridad con los manifestantes, al tiempo que mantenía un amplio despliegue por seguridad.
Las manifestaciones comenzaron tras la muerte de George Floyd, un hombre negro que suplicó pidiendo aire mientras un policía le presionaba el cuello con la rodilla. Las tensiones ya habían subido en las semanas previas tras la detención de dos hombres blancos en mayo por matar a tiros a Ahmaud Arbery, un hombre negro que había salido a correr en Georgia, y la muerte en marzo de Breonna Taylor, baleada en su casa por la policía de Louisville.
“Siguen matando a nuestra gente”, dijo Mahira Louis, de 15 años, que acudió junto a su madre y cientos de personas a una manifestación en el centro de Boston. “Estoy harta de esto”.
Las protestas ante la Casa Blanca se recrudecieron el domingo después de tres días de manifestaciones. La policía empleó gas lacrimógeno y granadas aturdidoras contra una multitud de más de mil personas, que coreaban lemas al otro lado de la calle, en el Parque Lafayette. La multitud salió corriendo y apiló señales de tráfico y vallas de plástico para prender una gran hoguera en una calle cercana. Algunos quitaron una bandera estadounidense de un edificio y la lanzaron a las llamas.
Un edificio del parque que aloja una oficina de mantenimientos y baños públicos fue incendiado. Las manifestaciones continuaron más allá del toque de queda, y la policía de Washington dijo estar respondiendo a varios avisos por incendios provocados en la capital.
Toda la Guardia Nacional de Washington D.C. -unos 1.700 soldados- fue desplegada para ayudar a controlar las protestas, según dos funcionarios del Departamento de Defensa que insistieron en mantener el anonimato porque no estaban autorizados a comentar el asunto de forma pública.
A medida que las protestas aumentaron de dimensión, el presidente Donald Trump retuiteó al comentarista conservador Buck Sexton, quien pidió “fuerza abrumadora” contra los manifestantes violentos.
El exvicepresidente Joe Biden, probable candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, visitó una zona de protestas en su población natal en Wilmington, Delaware, y habló con algunos manifestantes. También escribió un post en Medium expresando su comprensión a los consternados por la muerte de Floyd.
Al menos 4.400 personas fueron detenidas en los días de protestas, según un conteo de The Associated Press. Los cargos iban desde robos y cortes de autopistas a incumplir toques de queda.
En Salt Lake City, un líder activista condenó la destrucción de la propiedad pero dijo que el duelo por los edificios dañados no debería estar al mismo nivel que el dolor por hombres negros como Floyd.
“Quizá este país reciba el mensaje de que estamos hartos de que la policía asesine a hombres negros desarmados”, dijo Lex Scott, fundador de Black Lives Matter Utah. “Quizá la próxima vez que un policía blanco decida apretar el gatillo, le venga la imagen de ciudades en llamas”.
Sin embargo, miles de personas siguieron marchando de forma pacífica en Phoenix, Albuquerque y otras ciudades, y algunos pidieron el final de los incendios, el vandalismo y los robos, afirmando que socavan sus demandas de justicia y reformas.
En el centro de Atlanta, las autoridades lanzaron gas lacrimógeno para dispersar a cientos de manifestantes. La alcaldesa, Keisha Lance Bottoms, dijo que dos agentes habían sido despedidos y tres relegados a labores administrativas tras la difusión de un video en el que se veía a agentes rodeando un auto el sábado y utilizando pistolas eléctricas contra el hombre y la mujer que iban dentro.
En el centro de Los Ángeles, una camioneta de la policía aceleró hacia varios manifestantes en una calle, derribando a dos personas. Los manifestantes se levantaron y corrieron hacia la vereda. En la cercana Santa Mónica, cerca de una manifestación pacífica, un grupo irrumpió en varias tiendas y robó objetos como zapatillas y sillas plegables. En un restaurante al otro lado de la calle se produjo un incendio.
En Minneapolis, el agente que presionó su rodilla sobre el cuello de Floyd por varios minutos ya fue acusado de asesinato, pero los manifestantes exigen que los otros tres policías involucrados en el caso sean procesados. Los cuatro ya fueron despedidos.
“No hemos acabado”, dijo Darnella Wade, organizadora de Black Lives Matter en la vecina ciudad de St. Paul, en donde miles de personas se reunieron pacíficamente frente al Capitolio estatal. “Nos enviaron al ejército y nosotros sólo les pedimos arrestos”.
La indignación por el racismo a través de muchas generaciones en un país fundado por esclavistas se sumó a una serie de muertes recientes para avivar el descontento. A eso se añadía la angustia por meses de confinamiento provocado por la pandemia del coronavirus, que ha golpeado de forma desproporcionada a las comunidades de color, no solo en número de infectados, sino también en empleos destruidos y penurias económicas.
La escala de las protestas en todo el país era similar a las manifestaciones históricas del movimiento de los derechos civiles y en contra de la guerra de Vietnam.