Joe Biden ha sufrido profundas pérdidas personales y vio como sus primeras ambiciones políticas quedaron truncadas, pero el veterano político demócrata espera que su promesa de unificar a Estados Unidos lo lleve a la presidencia, tras casi medio siglo en Washington.
Es poco habitual que los perfiles de dos candidatos presidenciales sean tan disimiles, pero en la carrera de 2020 la personalidad cercana de Biden, con sus orígenes modestos se opone a la personalidad exultante de Trump, un hombre de negocios que nació entre privilegios pero que insiste en que es el candidato marginal.
En su larga carrera hasta la Casa Blanca, que se extiende durante décadas con dos intentos infructuosos, este político optimista radicado en Delaware sostiene todavía que puede cambiar el talante a Estados Unidos y pasar de la “rabia y la sospecha” a la dignidad y el respeto".
“Las divisiones en nuestro país se están ampliando y nuestras heridas se hacen más profundas”, dijo este martes Biden en un discurso en Georgia.
Pero Biden se preguntó si este proceso ha pasado el punto de no retorno y si el corazón de Estados Unidos se ha convertido en piedra.
“Yo no lo creo, me niego a creerlo. Yo conozco a este país, conozco a su gente y sé que podemos unirnos y sanar a esta nación”, afirmó.
A los 77 años, Biden lidera las encuestas unos días antes de las elecciones del 3 de noviembre y está a un par de pasos de convertirse en la persona más vieja en asumir la presidencia de Estados Unidos.
Si gana, heredaría un país agitado por una pandemia que avanza y ha dejado más muertos que en ningún otro país y una presidencia que considera mancillada por las “mentiras” de Donald Trump.
En cambio, si pierde ante un presidente impopular como Trump, esto implicaría que es un “pésimo” candidato, en sus propias palabras.
Un derrota que daría un carpetazo a una carrera política prolífica marcada por el esfuerzo.
Empatía con la opinión pública
Biden llegó a la política nacional a los 29 años cuando logró sorpresivamente ser elegido senador por Delaware en 1972.
Pero sólo un mes después una tragedia destrozó su mundo cuando su primera esposa, Neilia Hunter, y su hija de un año murieron en un accidente de coche cuando iban a comprar un árbol de Navidad.
Sus dos hijos quedaron heridos de gravedad, pero sobrevivieron, aunque el mayor, Beau, murió joven víctima de un cáncer en 2015.
Estas tragedias ayudaron a cimentar la empatía con la opinión pública estadounidense que trasluce en sus interacciones cotidianas.
Sus habilidades finas son polivalentes. De la misma forma en la que sonríe en un auditorio lleno de estudiantes universitarios, es capaz de conectarse con obreros de las zonas deprimidas o lanzar duras recriminaciones a sus rivales.
Esta habilidad quedó cercenada en 2020 cuando la crisis del coronavirus frenó en seco su campaña presencial y lo dejó confinado en su hogar, un lugar que recién en las últimas semanas se ha atrevido a dejar.
Ya no tiene la misma fuerza que durante los ocho años en los que fue vicepresidente de Barack Obama y aunque conserva una sonrisa de anuncio, su paso es más frágil y su pelo escasea.
Sus críticos y los mismos demócratas se preguntaron durante toda la campaña si su propensión a los errores y la torpeza iba a manifestarse a lo largo de la campaña contra Trump.
El mandatario de 74 años explota esta veta y lo llama “Joe el dormido” y lo acusa de sufrir un deterioro cognitivo.
Biden ha intentado repeler los ataques y en un rapto de frustración luego que el presidente no dejó de interrumpirlo en el primer debate, le lanzó exasperado un “¿Te vas a callar?”.
Cuando fue elegido era uno de los senadores más jóvenes en llegar al Capitolio y allí pasó décadas antes de ser durante ocho años el vicepresidente de Obama.
El mensaje de Biden se ha articulado en gran medida en asociación con su estilo moderado durante el gobierno de Obama, pero en campaña ha prometido que como presidente tomará posturas más progresistas en materia de cambio climático, justicia racial y alivio de la deuda estudiantil.
Una espectacular recuperación
Pero Biden casi no logra ser el candidato. Pese a que partió como favorito, muchos lo descalificaron por ser muy viejo, muy moderado y su campaña parecía encaminada al desastre después de las primeras primarias, donde Bernie Sanders despuntó del pelotón.
Pero con la primaria de Carolina del Sur y el apoyo del voto de los ciudadanos negros logró volver a la contienda.
Esta carrera marca un brusco contraste con su intento de 1988 cuando tuvo que retirarse en medio de la vergüenza después de que se descubriera que había plagiado un discurso.
En su intento de 2008 tampoco le fue mejor y solo logro recolectar menos de un 1% en el caucus de Iowa que da el pistoletazo a la carrera.
Ese año fue escogido como compañero de fórmula de Obama, para quien pasó a ser “el guerrero feliz de Estados Unidos”.
Tras su victoria, Obama le encomendó supervisar la recuperación de la profunda recesión que sufría el país.
Ambos diferían sobre la guerra en Afganistán y Biden se opuso a un aumento de las tropas en terreno.
En sus 30 años en el Senado fue conocido por sus alianzas improbables y al igual que Trump, por su propensión a salirse del guión.
Sus elecciones en su larga carrera le valieron críticas de los demócratas, incluyendo de su actual compañera de fórmula, Kamala Harris, que recordó que como senador se opuso a un sistema contra la segregación en las escuelas que consistía en llevar a niños negros a escuelas predominantemente blancas.
También le llovieron críticas por ayudar a la redacción de una ley en 1994 que muchos demócratas creen que llevó a la encarcelación de una cantidad desproporcionada de ciudadanos negros. Recientemente Biden reconoció que esta iniciativa fue un error.
Otros episodios en el Senado también hacen sombra a su campaña, como su apoyo a la Guerra de Irak en 2003 y su rol en la audiencia de confirmación del juez de la Corte Suprema Clarence Thomas en 1991 y su manejo de las acusaciones de acoso sexual contra el magistrado.
El año pasado, una polémica sobre su proxémica especialmente propensa al tacto también sacudió la campaña.
Entonces, Biden se disculpó y prometió tener en cuenta en el futuro el “espacio personal” de las mujeres.
Su narrativa personal y sus historias familiares están tan imbricadas con su discurso político que se han convertido en parte de su imagen de marca.
El accidente de 1972 en el que perdió a su esposa, y sus dos hijos Beau, de 4 años y Hunter de 2 años, quedaron gravemente heridos pasó a formar parte de su mitología, luego de que jurara el cargo de senador desde el hospital donde se recuperaban.
En 1975 Biden conoció a su segunda esposa Jill Jacobs, una profesora con la que se casó dos años después y tuvo una hija llamada Ashley.
Beau intentó seguir los pasos de su padre en política y fue elegido fiscal general de Delaware, pero su estrella en ascenso se apagó con un fulminante cáncer cerebral en 2015 cuando tenía 46 años.
“Ponerse de pie”
Su otro hijo Hunter, un abogado que se dedica al cabildeo, tiene otra trayectoria.
Recibió un lucrativo salario como parte de la directiva de una compañía de gas ucraniana mientras su padre era vicepresidente, lo que le valió acusaciones de corrupción.
Las presiones de Trump para que Ucrania investigara a Biden le valieron un proceso de “impeachment” al mandatario en la Cámara de Representantes, que sin embargo terminó en el Senado, que lo absolvió.
Hunter no ha sido acusado de ningún cargo, pero Trump agita el tema cada vez que puede.
Joseph Robinette Biden Jr nació el 20 de noviembre de 1942 y creció en Scranton, Pensilvania, en una familia de origen irlandés muy católica.
Su padre era un vendedor de coches y en la década de 1950 perdió su empleo y la familia migró al estado vecino de Delaware cuando Joe tenía diez años.
“Mi padre siempre decía: 'Campeón, cuando te golpeen, te tienes que poner de pie de inmediato”, contó Biden.
En Delaware se hizo local. Cuando era joven trabajó como salvavidas en una piscina de un barrio negro y allí aprendió de las injusticias y desigualdades que afectan a esta comunidad, lo que despertó su interés por la política.
Biden estudió en la Universidad de Delaware y asistió a la Escuela de Derecho en Syracuse.
Siempre se enorgulleció de sus orígenes obreros y de que siendo niño lograra superar su tartamudeo y hasta hoy da consejos a jóvenes que sufren este trastorno.
Joe Biden a menudo señala a su esposa Jill, de 69 años, como un importante activo para su campaña y recientemente recordó cómo se hizo cargo de sus dos hijos.
“¿Estaría orgulloso de mí?”
Con respecto al dolor que le generó la muerte de Beau, reconoció que es un pesar que “nunca se va”. Tanto así que la tragedia impidió que se lanzara a la presidencia en 2016.
Incluso todavía suele parar a saludar a los bomberos que cruza al recordar que fueron ellos que salvaron la vida de sus chicos.
En 1988 incluso lo salvaron a él cuando lo llevaron al hospital tras sufrir un aneurisma. Se dice que estuvo tan grave, que llamaron a un cura para administrarle la extrema unción.
Todos los domingos Biden acude a la parroquia de San José en un barrio acomodado de Wilmington.
Allí en un cementerio descansan sus padres, su primera esposa, su hija fallecida y Beau, bajo una lápida decorada con una pequeña bandera estadounidense.
En enero, Biden se explayó sobre la indeleble influencia que tiene Beau en su vida.
“Cada mañana me levanto (...) y me pregunto: ¿Estaría orgulloso de mí?”, contó.
Fuente: AFP