A Reene Bergestrom la mutilaron con 3 años en el seno de una familia cristiana estadounidense. A Asha Ismail con 5, en Kenia. Ambas son activistas contra la mutilación genital femenina (MGF) y alertan de que “es un problema global que no se limita a un continente o a un color”.
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“Mi corte se hizo porque me estaba tocando, no sé si a esa edad se puede llamar masturbación, pero mi madre estaba preocupada y me llevó a un médico que practicaba su religión con bisturí”, cuenta la doctora norteamericana.
“En su religión la masturbación era un pecado y me quitó el clítoris”, prosigue Reene en una conversación con la también superviviente de MGF y cofundadora de la organización Save a Girl Save a Generation (Salva a una chica, salva una generación), Asha Ismail, con motivo de la celebración, este 6 de febrero, del Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina.
Se estima que más de 200 millones de mujeres y niñas han sido mutiladas en el mundo, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la MGF como “todos los procedimientos que, de forma intencional y por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales femeninos”.
Se realiza a niñas entre 0 y 14 años y, ocasionalmente, a mujeres adultas.
Según la ONU, se concentra en cerca de 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional y persiste en poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, en Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda.
La MGF conlleva graves consecuencias para la salud sexual y reproductiva, como dolor agudo, hemorragias, infecciones, lesiones de órganos y estructuras anatómicas de la zona, fracturas, incontinencia, anemia o trastornos psicológicos.
Además, puede provocar complicaciones durante el parto como cesáreas, hemorragias, desgarros o episiotomías.
IMPACTO DE LA COVID-19
Debido a las restricciones por la COVID-19, unos dos millones de niñas más podrían sufrir mutilación genital femenina en todo el mundo hasta 2030, como daño colateral, según la Unfpa.
Unos datos “abrumadores”, según Silvia Frías, presidenta de la ONG Amref Salud África, que trabaja para prevenir la mutilación en Kenia, Tanzania, Senegal y Etiopía.
“Todas las medidas para contener la pandemia han tenido un tremendo impacto en la violencia de género en niñas y mujeres y particularmente en lo relacionado con la mutilación genital en África”, explica.
Entre las principales causas están el cierre de escuelas, la interrupción de las medidas de protección de la infancia y de los programas de prevención de la MGF, el aumento de presión en los hogares y las comunidades por el empobrecimiento, revela Amref.
La organización, explica Frías, tiene como objetivo erradicar la mutilación en África con programas de sensibilización y de empoderamiento con las comunidades, apostando por la sustitución de la MGF por un rito de paso alternativo.
En la misma línea se manifiesta la presidenta de Save a Girl Save a Generation, que alerta de que “este 2020 ha sido un bufet libre de forzar a las niñas”.
Convencida de que el trabajo de los últimos años, basado en educar y romper estereotipos, ha servido para luchar contra la mutilación, Asha Ismail advierte de que aún “queda mucho por hacer”.
Ahora, el reto está, explica Ismail, en llegar a más personas.
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