El laboratorio Merck, que comercializa la ivermectina bajo el nombre Stromectol, sostuvo en un comunicado que el uso de este medicamento hasta la fecha “no tiene base científica” para tratar el COVID-19 e indicó que existe “una preocupante falta de datos de seguridad en la mayoría de los estudios”.
La compañía aclaró que además de no existir evidencia “preclínica” de los efectos de la ivermectina en el tratamiento del COVID-19, tampoco hay “evidencia significativa de actividad clínica o eficacia clínica en pacientes con enfermedad covid-19”.
“No creemos que los datos disponibles respalden la seguridad y eficacia de la ivermectina más allá de las dosis y poblaciones indicadas en la información de prescripción aprobada por la agencia reguladora”, se lee en el comunicado.
La ivermectina está indicada para el “tratamiento de la estrongiloidiasis intestinal (es decir, no diseminada) provocada por el parásito nematodo Strongyloides stercoralis y para el tratamiento de la oncocercosis a partir del parásito Onchocerca volvulus”.
Al igual que ocurrió con los supuestos beneficios del dióxido de cloro, la supuesta eficacia de la ivermectina comenzó a propagarse por las redes sociales, en donde fue tomando fuerza durante el 2020. Muchos la bautizaron como la “droga milagrosa” para tratar el COVID-19, pero su eficacia, tal cual sostiene el laboratorio dueño de la patente, no se basa en evidencia científica.
La ivermectina es de uso veterinario y humano contra parásitos, como la sarna, la oncocercosis y los piojos.
En abril de 2020, un estudio publicado en Australia observó una eficacia in vitro (en laboratorio) de la ivermectina contra el virus SARS-CoV-2 que no fue demostrada en el hombre. Este tipo de resultados in vitro no pueden trasladarse al ser humano, especialmente porque no pueden administrarse las mismas concentraciones de medicamentos.