María Paula Moraes se encuentra con su padre Wanderley de 82 años, que vive en una residencia de ancianos en la ciudad de Sao Paulo (Brasil),. La "cortina de abrazos" sirve como una alternativa válida para amenizar las medidas de distanciamiento social en medio del coronavirus. (EFE/Sebastião Moreira).
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Sao Paulo. [EFE]. Pasaron más de cien días desde que María Paula Moraes abrazó por última vez a su padre, que vive en una residencia de ancianos en la ciudad brasileña de Sao Paulo. Hoy, pese al avance de la pandemia del coronavirus en Brasil, pudieron acercarse de nuevo a través de una “cortina de abrazos”.

“Fue un mimo para el corazón” y “lo estábamos necesitando”, relató a Efe la mujer, quien reconoció que estaba “muy ansiosa” de camino a la residencia de ancianos Anni Azurri Vida e Lar para Idosos, localizada en la zona sus de la capital paulista, donde vive su padre, Wanderley, de 82 años.

Este es ya el séptimo asilo de la ciudad que vio en la “cortina de abrazos” una alternativa válida para amenizar las medidas de distanciamiento social, que recomiendan evitar cualquier contacto físico con la población más envejecida por su vulnerabilidad ante el nuevo coronavirus.

Con esta iniciativa, visitantes y ancianos, protegidos con guantes, introducen sus brazos en los grandes bolsillos de plástico de la "cortina", que reiteradamente es desinfectada por las enfermeras de la residencia. Y, así, vuelven a abrazarse.

“El plástico tiene una espesura que permite sentir el cuerpo en su integridad” y “esto genera neurotransmisores y hormonas” que producen “un bienestar maravilloso”, dijo en declaraciones a Efe la terapeuta ocupacional Mayara Martins, de 32 años.

Esta acción, aparentemente simple, va más allá de ofrecer un cambio “clínico” a los ancianos, pues también les ayuda “emocionalmente” a “sobrevivir este período de pandemia”, cuando es “muy común tener alteraciones de comportamiento”.

“No estamos consiguiendo ver cuánto tiempo esto va a durar, puede ser que dure muchos meses”, por lo que “es necesario pensar en nuevas estrategias para que estas personas consigan sobrevivir a todo esto”, aseveró Martins.

Justamente fue esta necesidad la que llevó al emprendedor de este proyecto, Bruno Zani, a idear e instalar voluntariamente la “cortina de abrazos” en varias residencias de ancianos de Sao Paulo.

Antes de la llegada del coronavirus, Zani se dedicaba a decorar fiestas y, cuando éstas acababan, daba las flores que “sobraban” a los asilos de la ciudad.

Pero con la pandemia, las celebraciones fueron suspendidas y “ya no tenía más las flores para hacer donaciones”.

“Quedé preocupado” y “entonces me vino la idea de promover otro tipo de cariño” a los ancianos, por lo que “me asocié con terapeutas, conversé con geriatras, médicos y psicólogos” para materializar la idea de la “cortina de abrazos”, detalló.

Zani explicó que la estructura de este invento es “absolutamente segura en términos de resistencia” e “higienización”, teniendo en cuenta que las personas de avanzada edad son más “frágiles y vulnerables” ante el patógeno.

Para su sorpresa, aseguró, la recepción, tanto de las instituciones como de sus residentes y familiares fue “inmensa” porque el proyecto trajo “esperanza” en un momento en que Brasil “está liderando todas las noticias negativas”.

De hecho, el gigante suramericano es el segundo país del mundo más afectado por la COVID-19, solo por detrás de Estados Unidos, y ya superó las 60.000 muertes y se acerca al millón y medio de contagios.

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