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Brasil se aproxima a los 100.000 muertos por el nuevo y, de mantenerse el ritmo actual, ese balance se duplicará hacia mediados de octubre, advierte Domingos Alves, especialista en estadísticas relacionadas con la pandemia.

En entrevista con la AFP, el coordinador del Laboratorio de Inteligencia en Salud (LIS) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sao Paulo en Ribeirao Preto afirma que las autoridades están “sacrificando a la población”. Y atribuye la hecatombe al “negacionismo” del gobierno de Jair Bolsonaro frente a la emergencia sanitaria, a la falta de medidas estrictas para reducir los contagios y a un desconfinamiento precipitado.

PREGUNTA: A este ritmo, ¿cuándo calcula que Brasil alcanzará los 200.000 muertos por COVID-19?

RESPUESTA: Si se mantienen las tendencias actuales, debemos alcanzar esa cifra el 15 o el 16 de octubre. Pero podría adelantarse, porque incialmente yo había previsto 100.000 muertos la próxima semana y alcanzaremos esa marca algunos días antes.

Estimo que las curvas de contagios y decesos van a acelerarse en las próximas semanas (...). Si continúa así, veremos una media de muertes diarias elevada hasta que haya una vacuna.

P: ¿Cómo ve la evolución de la pandemia en Brasil?

R: El ritmo de contagios se acelera en el campo, en el interior, mientras que se reduce en las capitales de los estados. Y, regionalmente, la situación se deteriora en aquellos estados donde la pandemia no había llegado con fuerza hasta ahora, como los del sur o el centro-oeste [donde se ubica Brasilia].

El número de casos sigue siendo subestimado. Según nuestros cálculos, las cifras reales son entre seis y siete veces superiores a los datos oficiales. Al comienzo de la pandemia la subnotificación era en torno a 16 casos reales por cada uno notificado, pero esto no quiere decir que desde entonces hayamos controlado la epidemia. Aumentó el número de test diagnósticos, pero Brasil sigue siendo uno de los países que practica menos exámenes.

P: ¿Cómo llegó Brasil a una situación tan dramática?

R: Se debe en gran parte al negacionismo de sus líderes. El gobierno federal sigue creyendo que se trata de una “gripecita” y no existe una política nacional integrada de combate contra el COVID-19.

Recientemente, los alcaldes y gobernadores regionales [que inicialmente habían determinado medidas de aislamiento social] empezaron a moverse en la misma dirección [negacionista], principalmente debido a las elecciones municipales, previstas en noviembre. El desconfinamiento empezó en junio, pese a que nunca debería haberse iniciado una reapertura con un nivel tan elevado de casos nuevos.

Seguimos batiendo récords diarios de nuevos contagios y muertes, pero las autoridades intentan hacerle creer a la población que con aumentar el número de camas en unidades de terapia intensiva es suficiente. Su objetivo es alcanzar una tasa de ocupación de camas aceptable, que les permita justificar la reapertura de los comercios. No existe ningún plan para reducir el ritmo de los contagios. El plan es sacrificar a la población, en nombre de una seudorrecuperación económica.

Brasil ha rechazado sistemáticamente las medidas de confinamiento recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que han funcionado en Europa. No existe ninguna voluntad política y la ciencia ha dejado de tener voz en nuestro país, hace mucho tiempo.

Fuente: AFP

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