La historia de Brryan Jackson, de 31 años, ha conmovido a muchos durante todo este tiempo en Estados Unidos. El ahora hombre fue diagnosticado con VIH de pequeño luego de presentar síntomas de letargo e intensa taquicardia durante casi cuatro años. Su propio padre quería que muera.
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Según informan medios internacionales, la premonición de una pediatra en 1996 pudo dar con el diagnóstico del pequeño. “El niño puede tener SIDA’, fueron las palabras que lanzó la doctora Linda Steel Green. Con el pasar de una serie de pruebas especiales, el vaticinio de la mujer fue verdadero: el pequeño tenía una infección avanzada de VIH.
En 1998, la justicia de Estados Unidos comprobó que el propio padre le inyectó el VIH. Brryan sigue con vida en la actualidad, pero la conclusión fue determinante: su padre quería que muera.
¿Cómo comenzó?
La prensa de Estados Unidos contó que Jennifer Jackson y Bryan Stewart se conocieron en 1990 cuando estudiaban medicina en una universidad. Tras cinco meses, la mujer quedó embarazada.
En agosto de ese año, ella estaba con los pormenores de la gravidez y Bryan venía haciendo parte de una avanzada estadounidense en la Guerra del Golfo. Al volver, los problemas comenzaron para la pareja.
Al momento de nacer Brryan Jackson, el padre empezó a maltratar a la mujer y a discutir por la manutención del pequeño. En uno de las peleas, Bryan le dijo de manera contundente a Jennifer: “Tu hijo no vivirá más allá de los cinco años”. La relación terminó en 1992.
La inyección
Brryan Jackson, a los 11 meses, sufrió un ataque de asma que lo condujo al hospital. La preocupación hizo que Jennifer llame al padre del pequeño por si ocurría algo grave.
En aquel entonces, el hombre trabajaba como auxiliar de un laboratorio clínico y fue al hospital tras el pedido de la madre. En el día del alta, Jennifer se fue a la cafetería y dejó solo al padre con su hijo. En cuestión de segundos, Bryan sacó una jeringa cargada de sangre con VIH y se la aplicó al menor.
El líquido fue aplicado en el brazo y el único registro fueron los gritos del pequeño. Tras un buen tiempo de consultar con los médicos, Brryan fue diagnosticado con VIH por una pediatra que tuvo un sueño. “Me dieron cinco meses de vida y me mandaron a casa”, recordó después de 20 años con la BBC.
El SIDA, en aquella época, era estigmatizado y las personas que lo padecían debían sufrir los señalamientos de la sociedad.
El caso de Brryan Jackson llegó a tribunales en 1998. En meses, los fiscales lograron comprobar que el padre había robado la sangre de su puesto de trabajo y se la había inyectado al pequeño. La condena del juez fue realmente ejemplar: cadena perpetua para Bryan Stewart.
En la actualidad, Stewart está en una prisión intramural en Estados Unidos. Mientas que, Brryan decidió añadirle una r a su nombre original (Bryan) y cambió el apellido por el de su madre.