Científicos en Argentina han desenterrado el cráneo bien conservado de un dinosaurio carnívoro que vivió en la Patagonia hace más de 80 millones de años. Esta enorme bestia tuvo un hocico corto, un oído agudo y una fuerte mordedura que lo convertía en un gran depredador.
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El dinosaurio, bautizado como Llukalkan aliocranianus, medía aproximadamente 5 metros de largo y era miembro de un grupo carnívoro llamado abelisáuridos que prosperó en América del Sur y otras partes del hemisferio sur de la Tierra durante el Período Cretácico, explicaron los investigadores.
Llukalkan, que significa “el que causa miedo” en el idioma nativo mapuche local, pudo haber competido directamente contra un primo que era igualmente impresionante y un poco más grande.
A solo unos 700 metros de donde se encontró el cráneo fosilizado de Llukalkan, los científicos habían desenterrado previamente los restos de otro dinosaurio carnívoro llamado Viavenator exxoni.
Ambos eran abelisáuridos, un grupo de depredadores de dos patas con cráneos cortos, dientes afilados y aserrados, brazos extremadamente cortos con dedos diminutos y cabezas que a veces presentaban crestas y cuernos pequeños inusuales.
Los abelisáuridos generalmente eran de tamaño mediano en comparación con los enormes dinosaurios carnívoros como el Tyrannosaurus rex, que vivió en América del Norte aproximadamente 15 millones de años después de Llukalkan, y el Giganotosaurus, que vivió en la Patagonia unos 15 millones de años antes de Llukalkan.
“Sí, es muy inusual encontrar dos abelisáuridos que vivieran en la misma localidad y aproximadamente al mismo tiempo”, comentó el paleontólogo Federico Gianechini del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina y la Universidad Nacional de San Luis, autor principal del estudio publicado en el Journal of Vertebrate Paleontology.
“Llukalkan era un poco más pequeño que Viavenator, aunque, si vivían juntos, seguramente compartían el mismo nicho ecológico y se alimentaban de la misma presa, por lo que habrían competido entre sí y, por qué no, incluso comido entre sí”, Gianechini agregó. “Hoy en día, depredadores de diferentes especies pero de la misma familia coexisten en el mismo ecosistema, como leones, leopardos y guepardos”.
El cráneo de Llukalkan medía unos 50 cm de largo. Se encontró un gran porcentaje de los huesos craneales, incluida una caja cerebral muy bien conservada.
“Una peculiaridad de este dinosaurio es que tiene cavidades en el área de la oreja que otros abelisáuridos no tenían, lo que podría haberle dado a esta especie diferentes capacidades auditivas, posiblemente un rango de audición mayor. La buena conservación nos permitió realizar estudios de la parte interna de la caja encefálica mediante tomografía y así inferir la forma del encéfalo”, indicó Gianechini.
Llukalkan tenía una mordida poderosa, basada en la musculatura de sus mandíbulas, y sus dientes podían arrancar la carne de su presa. A diferencia de algunos abelisáuridos, su cráneo no estaba lleno de baches.
No se encontraron huesos del resto de su cuerpo, aunque los investigadores tienen una buena idea de su plan corporal basado en otros abelisáuridos. Calculan que Llukalkan pesaba entre una y cinco toneladas y habitaba un ambiente semiárido con un clima estacional, cazando una variedad de dinosaurios herbívoros.
La Patagonia ha producido importantes hallazgos de dinosaurios en las últimas décadas. El descubrimiento de Llukalkan permite una comprensión más profunda de los ecosistemas del norte de la Patagonia durante el Cretácico, el capítulo final de la era de los dinosaurios.
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