La guerra contra el terrorismo que lanzó el presidente estadounidense, George W. Bush, tras los atentados del 11-S ha vuelto prácticamente a la casilla de salida, después de que los talibán hayan recuperado el control de Afganistán 20 años después. Su vuelta al poder supone un respiro para Al Qaeda, que ha tenido en el país asiático su refugio durante este tiempo y cuya cúpula estaba cada vez más acorralada.
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Fue precisamente la presencia por aquel entonces de Osama bin Laden, líder de Al Qaeda, y de otros dirigentes del grupo terrorista responsable del que sigue siendo el peor atentado de la historia en Estados Unidos lo que justificó la operación militar que se lanzó en octubre de 2001 y que semanas más tardes terminaría desalojando a los talibán del poder que ostentaban desde 1996.
Pero 20 años de operaciones militares en el país, para acabar con los terroristas y para formar a las nuevas fuerzas de seguridad afganas, no terminaron ni con los talibán ni con Al Qaeda. Ni siquiera el compromiso del grupo que fundó el mulá Omar de que rompería sus lazos con Al Qaeda a cambio del acuerdo de paz suscrito bajo la presidencia de Donald Trump en febrero de 2020 lo consiguió.
En su último informe publicado en julio, el comité de la ONU encargado de hacer seguimiento de las sanciones contra Al Qaeda y Estado Islámico destacaba que el grupo que fundó Bin Laden “está presente en al menos 15 provincias afganas, principalmente en las regiones oriental, meridional y sudoriental”.
Al Qaeda en el Subcontinente Indio (AQSI), la filial creada en 2014 en pleno auge de Estado Islámico, “opera bajo la protección de los talibán desde las provincias de Kandahar, Helmand y Nimruz”, precisaba el informe, que identifica a Usama Mahmud como su nuevo líder tras la muerte de Asim Umar en 2019. “El grupo está compuesto principalmente por ciudadanos afganos y paquistaníes, aunque también por individuos de Bangladesh, India y Birmania”, añade.
Al Zawahiri está en Afganistán
Por otra parte, Ayman al Zawahiri, que tomó las riendas de Al Qaeda tras la muerte de Bin Laden en mayo de 2011, se cree que sigue escondido en algún lugar de Afganistán. En los últimos meses se ha especulado mucho respecto a la situación del veterano yihadista egipcio, con algunas fuentes que le daban por muerto y otras como gravemente enfermo.
Según el informe de la ONU, los estados miembros piensan que Al Zawahiri “está vivo pero enfermo en Afganistán”. Esto sitúa a priori al también egipcio Saif al Adel como el siguiente en la línea sucesoria en Al Qaeda, con el desafío de que este se encuentra desde hace años en Irán, en circunstancias no del todo claras y sin que se sepa hasta qué punto está controlado por las autoridades de ese país.
Los expertos coinciden en que si Al Adel tuviera que suceder a Al Zawahiri lo lógico sería que se trasladase a Afganistán, circunstancia que la llegada de los talibán al poder podría facilitar. “Por primera vez en años, no solo Al Qaeda tiene finalmente cierto espacio para respirar, sino que le están regalando un enorme y significativo refugio en el que reconstruirse”, destaca en un artículo el experto en terrorismo Charles Lister.
“La relación entre los talibán y Al Qaeda es tan firme como lo ha sido siempre”, subraya Lister, que ve “absurdo” que se llegara a creer que las promesas de los talibán a Estados Unidos y su voluntad de negociar con el Gobierno afgano fueran a acabar con ella. “Puede que el posicionamiento político de los talibán haya evolucionado en cierta medida con los años, pero relaciones como estas son mucho más resilientes”, insiste.
Relación entre los Al Qaeda y los talibán
La estrecha relación entre los talibán y Al Qaeda se explica por el hecho de que Bin Laden juró lealtad al mulá Omar, como ‘comandante de los fieles’ hacia 1997. Con ello, el saudí obtuvo libertad de movimiento para sus hombres y para el traslado al país de dinero, armas y combatientes, además de una garantía de protección sobre su persona que hizo que pese a las presiones no le entregaran ni a Arabia Saudí ni a Estados Unidos, y los talibán recibieron a cambio dinero. Tras su muerte, Al Zawahiri también juró lealtad al líder de los talibán.
Por otro lado, la toma del control del país por parte de los talibán también ha beneficiado a Al Qaeda en otro sentido. En su avance relámpago hasta Kabul, los talibán han ido vaciando las cárceles del país, incluida la de Bagram, liberando a sus hombres encarcelados pero también a miembros de Al Qaeda y de Estado Islámico. Así pues, el grupo terrorista engrosará sus filas en Afganistán.
Además, los talibán se han hecho con el control del armamento de última generación que los países occidentales, especialmente Estados Unidos, suministró a las fuerzas afganas. No es para nada descartable que algunas de estas armas puedan terminar en manos de Al Qaeda en la actual coyuntura del país.
Evolución de Al Qaeda
En todo caso, la Al Qaeda de hoy en día, en vísperas del 20 aniversario del 11-S, no se parece mucho a la de entonces, coinciden los expertos. Estas dos décadas de persecución -aligeradas en los últimos tiempos al centrarse los esfuerzos en Estado Islámico- han hecho mella en la organización, que ha evolucionado y se ha convertido en mucho más ‘local’ en sus objetivos, aunque sin perder de vista su fin último de instaurar un califato a nivel mundial y de atacar a Estados Unidos para lograrlo.
Como resalta Bruce Hoffman, experto en terrorismo del Council on Foreign Relations, en estos años no solo ha perdido a su líder y fundador, sino que todos sus dirigentes han sido “abatidos o capturados”, con la excepción de Al Zawahiri y de Al Adel, incluidos siete destacados comandantes muertos desde 2019, entre ellos Hamza bin Laden, al que algunos veían como futuro sucesor de su padre.
Sin embargo, subraya Hoffman, desgraciadamente “la ideología y la motivación que abraza Al Qaeda es más fuerte que nunca” y en la actualidad hay cuatro veces más grupos terroristas yihadistas incluidos en la lista del Departamento de Estado.
Buena parte de estos nuevos grupos se encuentran en África, que en los últimos tiempos parece haberse convertido en el primer teatro de la violencia yihadista, después de que esta se desplazara de la zona de Afganistán/Pakistán a Siria e Irak y, tras la derrota del ‘califato’ de Estado Islámico, lo haya hecho a este continente, donde hay tres focos importantes: el Sahel, la cuenca del lago Chad y la zona oriental, con Somalia y Mozambique a la cabeza.
Así las cosas, en los últimos días han emergido ya voces que alertan del riesgo de un resurgir de Al Qaeda como resultado de los acontecimientos en Afganistán, pese que desde Washington se había minimizado este riesgo, poniendo de relieve los 300.000 efectivos afganos entrenados para impedirlo.
Los expertos también coinciden en que el hito que supone la vuelta de los talibán al poder junto con la salida de las tropas internacionales del país supone una enorme baza que los yihadistas sabrán aprovechar en su propaganda para atraer nuevos reclutas.
Fuente: Europa Press