Después de cuatro escalas, llegué directo a Saransk. ¡Alcancé a ver el Perú - Dinamarca! Salí el martes de mi querido Chorrillos y atrás quedaron las paradas en Bogotá, Madrid, Varsovia y Minsk.
Aquí los trenes son casas rodantes, sus habitantes los utilizan para trasladarse durante días de una ciudad a otra. Rusia es inmensa. La convivencia en los vagones es la mejor manera para entender su cultura. Si Perú se caracteriza por sus combis, Rusia se identifica por sus trenes. El Gobierno ha dispuesto que sean utilizados para trasladar a miles de hinchas a las diferentes sedes. Me subí a uno y durante 10 horas viajé para llegar a Saransk. Una experiencia única donde compartes con personas de diferentes idiomas.
Cada vagón está dividido en diez cuartos donde ingresan cuatro personas. Hay camas individuales y durante el recorrido ellas se vuelven cómplices del intercambio cultural. Solo una ventana es el único acceso al exterior. Es como si fuera un gran televisor donde aparecen imágenes espléndidas de la diversidad geográfica rusa.
Pasas por pueblos donde los habitantes salen a las calles y te levantan la mano para saludarte. Es una rápida bienvenida y despedida a la vez. En medio de bosques, el tren se abre paso mostrándonos que la vida en esta parte del mundo transita sin apuros. Parece un paraíso celestial. En este viaje me tocó compartir con una peruana y una rusa. El cuarto pasajero era una incógnita. Los ronquidos de la europea no fueron problema hasta que me desperté. La luz del día llegó y los rayos del sol eran tan fuertes que por un momento pensé que iban a romper los vidrios de la ventana.
Al mediodía, la puerta se abrió. Una de las trabajadoras traía al peruano que faltaba. Había bebido toda la noche en otro vagón junto con unos compatriotas y no se acordaba de dónde quedaba su cuarto. “¿Peruano?”, me preguntó. “Sí”, le respondí. “Voy a dormir. Por favor, despiértame cuando lleguemos”, me imploró. Su nombre es Álvaro y llegó a Rusia junto a su tío, tras dejar su barrio en San Miguel. Hoy domingo me encuentro retornando en otro tren a Moscú y el próximo viaje será mañana rumbo a Ekaterimburgo. Me espera un recorrido de 26 horas. Pero el tiempo vuela cuando vas en compañía agradable. Como diría mi abuelo: “¡Qué miércoles, vamos con todo!”.
(Javier Cabello)