Ver jugar a Brasil en un Mundial es una sensación distinta, extraña, emocionante. Su fútbol, la samba, la fiesta en las tribunas, sus hermosas mujeres.
En el ‘Samara Arena’ también me encontré con ‘Chapulines’, rancheros, chaparritas y hasta con ‘Coco’, el dibujo animado. Mis amigos mexicanos se quedaron con las ganas de clasificar y con oírme cantar ‘Las mañanitas’, como les había prometido si es que ganaban.
Ayer me tocó celebrar con dos hermosas brasileñas que conocí en el estadio. Al gritar los goles de Neymar y Firmino les caí simpático.
Nos fuimos a bailar, tomamos unas cervecitas heladas. El calor en esta ciudad bordea los 35 grados. Después de dos horas de relax descubrí que eran ¡¡mamá e hija!! No parecían.
Pensé que eran amigas. Ya estaba empilado y no tuve vergüenza en bailar samba junto a otros garotinhos que abarrotaron los bares y discotecas de Samara.
La verdad bailé peor que el ‘Puma’ Carranza haciendo los pasitos de la ‘Malagua’. Felizmente nadie me grabó. Estas brasileñas llevan la alegría en el alma, son bellas por donde se les mire.
Por mi mente pasan imágenes de mis recorridos por Moscú, Saranks, Ekaterimburgo, Sochi, Kazan y nunca me había divertido tanto.
Pensé que los mexicanos iban a salir llorando por la derrota, pero se nos unieron a la fiesta. ¡¡Hasta cantaron rancheras!! Son buena onda, reconocen que Brasil fue justo ganador.
En el centro histórico de la ciudad se oyen grupos entonando el ‘Cielito lindo’, que suena como un segundo himno, algo así como lo fue el ‘Contigo Perú’ para nosotros.
Ya estamos en fase de cuartos de final. El Mundial se va terminando. Yo debo regresar a Moscú. Mis recorridos están llegando a su fin. Siento que he dado la vuelta al mundo en menos de 30 días.
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