Por: Fernando 'Vocha' Dávila
La eliminación de Rusia por penales a manos de Croacia me provocó nostalgia. Un país que nos trató bien cuando estuvimos siguiendo a la Blanquirroja. Cuando perdieron recordé a la señora Seriozha, una dama de unos 60 años que trabajaba como recepcionista del edificio donde me alojé en Saransk. Me recibía con el clásico: “Dobroye utro (buenos días)” y agregaba una amplia sonrisa con los ojos achinados diciendo: “Viva Rusia y Viva Perrú”.
Cuando necesitaba un taxi, ella llamaba y escribía con un lapicero lo que tenía que pagar. También me acordé de la señora Galina, una mujer encantadora, que además de ser muy bella, se preocupó mucho en ubicarme en el aeropuerto de Sochi.
Hasta me guio para encontrar una movilidad que me lleve al hospedaje. “Usted debe saber que en Rusia todos los hermanos extranjeros siempre serán bien tratados”, me mandó por mensaje de WhatsApp. Obviamente, lo leí con ayuda del traductor.
Recordé a todos esos señores y señoras que, al ver que llevaba los pasadores desatados, me tocaban el hombro y me señalaban los zapatos: “Tenga cuidado, se va a caer”. Cuando descubrí que a ellos les llamaba la atención, realicé el experimento de caminar por un centro comercial con los cordones sin atar y fueron siete personas que me pedían que los ate, porque me podía ocurrir un accidente. Cosas que me hicieron alentar a los rusos en la tanda de penales.
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