POR: FERNANDO 'VOCHA' DÁVILA
Siempre que un periodista es enviado a cubrir un evento a otro país, lo primero que se pregunta es: ¿Qué tipo de comida prepararán? ¿Cuál es su plato bandera y qué sabor puede tener?
En Rusia, la interrogante fue mayor. Un lugar lejano en geografía y costumbres siempre despierta incertidumbre. Pero cuando llegué, las cosas no fueron tan diferentes.
Un desayuno clásico llevaba una taza de café, pan en rodajas y trozos de queso y jamón. Una tortilla de huevo y al costado, lo diferente: una porción de tomate cortado a cuadros y pepinillo, presentado de la misma forma, aclarando que los tomates son inmensos, del tamaño de un melón.
También vale mencionar que el café o infusión es endulzado por cubitos de azúcar que se sirven en una especie de tazón pequeño.
En el almuerzo, si buscabas algo típico y más cercano a lo nuestro, valía pedir una entrada y segundo. La sopa borsch es típica y tradicional en los rusos. Mucha beterraga, algo de zanahoria, carne picada y cebolla, que le da el toque delicioso.
Como plato de fondo era perfecto un shashlik. Realmente es una brocheta de carne asada bañada con jugo de limón, vinagre y orégano.
Pero si desean algo más parecido a nuestro país, está el delicioso katleti. A primera vista da la impresión de ser una papa rellena, pero es solo la forma, porque en realidad es una masa compacta de carne de pollo. Riquísimo. La sazón es otra razón para volver a visitar Rusia.
NOTICIAS SUGERIDAS
Contenido GEC