Una vez finalizado el Mundial de México 1986 y Argentina coronada como la mejor del torneo, Diego Armando Maradona pasó a ser considerado una especie de ‘dios futbolístico’ y el técnico Carlos Salvador Bilardo, un ejemplo de entrenador, cuyas verdades eran incuestionables. Eran la dupla ganadora, los amigos que se defendían y se enfrentaban a los críticos, espalda con espalda. Nadie podría imaginar, que cuatro años después, a puertas de jugarse el Mundial Italia 1990, estarían a punto de traer abajo tamaña amistad.
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En 1987, con apenas veinte años, surgido de las canteras de Rivet Plate, un flaco, velocísimo y super hábil se iba convirtiendo en la ‘estrella’ del equipo ‘Millonario’. Su nombre era Claudio Paul Caniggia y nadie dudaba que era la gran ‘joya’ argentina.
Obviamente, fue convocado para la selección de mayores y todos asumían que debería ser el compañero de Diego en la ‘Albiceleste’. Pero el profesor Bilardo no opinaba lo mismo. Estaba convencido que era un ‘monstruo’ con el balón en los pies, pero estaba muy lejos de respetar la disciplina que él había construido entre sus muchachos.
Prestaba poca o nada de atención a los videos que gustaba mostrar el estratega a sus pupilos. Se aburría y aunque permanecía en el salón, todos sabían que su mente estaba en otro lado.
El primer roce lo tuvieron en un partido de práctica. El sol quemaba fuerte en el campo de entrenamiento en la selección argentina y el ‘Pájaro’, como lo apodaban, se quitó la camiseta y se la puso sobre la cabeza. Bilardo paró la práctica, se fue al centro del campo, llamó al delantero y le pidió que se vuelva a poner la indumentaria. No hizo caso, respondió que el sol estaba muy fuerte y la llamada de atención fue con dosis de lógica: ‘Si en un partido oficial sube la temperatura, ¿también te vas a quitar la casaquilla?’.
Otra cosa que el incomodaba al técnico era la sonrisa que soltaba cuando perdía un balón. En su equipo, todos se sacrificaban cuando no se tenía la pelota, pero el atacante reía.
Y un detalle más: gustaba fumar cigarrillos.
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Por todo ello, el entrenador ya lo había decidido: No lo llevaría al Mundial de Italia y viajó hasta la ciudad de Nápoles, para comunicarle al capitán del equipo, o sea al ‘Pibe de oro’, su decisión y las razones de la misma.
A menos de quince días del inicio del campeonato, no lo tendría en el grupo de jugadores que deberían defender el título de campeón del mundo.
La charla fue rápida: ‘Diego, ya hay uno que queda fuera: Caniggia’ y el ‘Pelusa’ respondió de inmediato: ‘Hay dos, porque si no va él, yo no juego el Mundial’. Obviamente el ‘Narigón’ quedó sorprendido, no esperaba tamaña respuesta y apeló al buen juicio de su pupilo: ‘Tu eres imprescindible, él no’. La réplica llegó de inmediato: ‘Es el mejor delantero del mundo y lo quieres dejar fuera, entonces, yo también me excluyo’, aseguró.
Ese día no hablaron más. El tema quedó en el aíre y la tensión entre ambos también. El profesor sentía que le estaban imponiendo un jugador, el ‘10′ pensaba en el equipo. y cada uno se fue por su ruta.
El día que exigía la FIFA para que presenten la lista final, estaba el nombre de ‘Cani’.
La presión de Maradona había surtido efecto. Ambos jugaron el torneo y quedaron segundos. Pero esa, es otra historia.
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