‘El fútbol es el deporte más bello del mundo y la pelota no se mancha’. La frase, célebre, pertenece a Diego Armando Maradona, uno de los hombres que mejor han jugado el balompié. Pero al deporte más popular del planeta, algunos políticos lo utilizaron para disimular crisis sociales y económicas. Para defender sus intereses aprovechándose de la ilusión de la gente. Pero los jugadores de fútbol, en su mayoría humildes y de espíritu rebelde, no son ajenos a esas jugadas bajo la mesa. A puertas del inicio del Mundial Qatar 2022, es bueno hacer un repaso de aquellos hombres que no solo miraron el balón como una forma de alegrar a la gente, también el camino para hacer justicia. En el año de 1978, la FIFA le adjudicó la organización del Mundial a la Argentina, un país lleno de conflictos, con gente protestando en las calles por sus derechos y la libertad que se les había quitado. Era una tierra convulsionada, pero se le había otorgado tremendo privilegio.
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Gobernaba la Junta Militar y el General Rafael Videla era el Presidente de la Nación. Un dictador a todas luces. Cada día desaparecían los opositores y los jóvenes universitarios eran quien más protestaban y terminaban detenidos, torturados y encerrados. Los familiares salían a las calles reclamando por los hijos, pero todos sus gritos se perdían en la angustia y desesperación.
Por eso, cuando se les dio la responsabilidad de organizar el máximo evento del fútbol, muchos argentinos creyeron que era una manera de distraer a la opinión mundial y salieron a manifestar su rechazo, aprovechando la llegada de medios extranjeros. Pese a todo ello, el torneo se encaminó.
Los dueños de casa trabajaron a conciencia, el estado apoyó con todo a su selección, como nunca lo había hecho, y la consiga era salir campeones y de esa manera, calmar la desesperación de la gente.
En el equipo ‘albiceleste’ una de sus figuras era Alberto Tarantini, apodado el ‘Conejo’. Tenía 22 años cuando disputó el Mundial y jugaba en el Birmingham City de la Premier League inglesa. Por la edad, tenía muchos amigos que habían sufrido la tiranía del régimen y había sentido en carne propia la desaparición de varios de ellos. Era un opositor al gobierno y sentía desprecio por cómo se reprimía a sus compatriotas.
Al finalizar cada partido de los ‘albiceleste’, el General Videla y su séquito, bajaba hasta los vestuarios a saludar al equipo y cuando ganaban, como fue en casi todo el torneo, felicitaba a los muchachos del técnico César Luis Menotti. Iba uno a uno para hacerlos sentir importantes.
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El 21 de junio de 1978, la selección local recibió a la de Perú en el estadio ‘Arroyito’ de la ciudad de Rosario, Estaba obligado a ganar por cuatro goles para clasificar a la final, mientras que los ‘incas’ ya estaban eliminados.
Alcanzaron su objetivo con creces y vencieron 6 a 0 en un duelo lleno de suspicacias, que hasta el día de hoy siembra dudas sobre algunas actuaciones en el elenco peruano.
Al culminar el compromiso, el mandatario de los argentinos, fiel a su costumbre, bajó al camarín para felicitar a los seleccionados locales. Ni sospechaba que un joven rebelde, le hacía una apuesta singular a su compañero y capitán Daniel Pasarella. ‘Cuando llegue, me agarro los hu… y lo saludo con esa mano’. El ‘kaiser’, como lo conocían al que llevaba la cinta en el brazo, apostó que no lo hacía y acordaron poner mil dólares en juego.
Cuando el mandatario se iba acercando, el ‘Conejo’ se metió la mano derecha dentro del short y justo cuando lo tuvo al frente, cogió con fuerza sus genitales, tomó la del militar con personalidad, mientras lo miraba a la cara sonriendo. El General se percató de la burla y por guardar los protocolos, no le dijo nada.
A su manera y con su estilo, el futbolista había vengado a sus amigos desaparecidos.
¿La apuesta? Dicen que nunca la cobro, ni Pasarella la pagó, pero él estaba feliz con lo que había hecho y eso valía más que los mil dólares en juego.
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